jueves, 23 de agosto de 2012

Pájaros del cielo


En el jardín frente a la puerta principal de la casa hay dos árboles frutales que tienen un montón de años y un montón de sabiduría y un montón de experiencia.
Conocieron a quien yo no conocí pero sí la conoció todo el pueblo porque cuando pregunté si la casa tenía algún nombre por el que fuese identificada los lugareños con años e historias que contar me dijeron que sí, que era conocida como “Cal Rosa Tete” por su antigua propietaria.
Yo se la compré no a Rosa Tet(e) que así se pronuncia y se escribe como escrito está al reproducir el nombre de la casa sino a una mujer ya entrada en años y de no muchos estudios porque firmar la escritura le costó dios y ayuda pese a que seguía las instrucciones del que parecía su hijo y que babeaba porque veía el dinero que seguro vería él y no su supuesta madre.

Nosotros, o sea mi mujer y mis hijos y yo, es decir yo, decidimos rebautizarla como “La Rauxa”  (el antónimo del “seny” catalán tan usado y tan mal utilizado) porque la adquirimos al ritmo del impulso que nos producía la sensación de que esa casa tenía Alma.
Siempre he querido poner una placa en la entrada que recogiese ambos nombres y con el siguiente orden: “La Rauxa – Antiga Cal Rosa Tete”. Lo haré algún día, se lo debo a la casa.

Los frutales del jardín frente a las dos puertas principales, la de entrada al jardín y la de la casa, son un manzano y un ciruelo tan viejos como la casa y como los valles entre los que se encuentra.
El ciruelo da una mermelada exquisita según la receta de mi vecina francesa que va camino de ser viejita y desde que empezó el camino es adorable menos supongo para sus ex alumnos de química de no sé que Escuela de Montauban al norte de Bordeaux.
El manzano regala unos frutos al horno que le gustan al “Sabonaire” de Alp que es quien se ha ocupado del mantenimiento del jardín y de la huerta y de podar los frutales trepando a ambos con sus casi ochenta años como si fuese un mozalbete y que yo no veía porque me escondía porque me daban sudores ya que tenía la sensación de que se esforzaba más de lo debido por aquello de pavonear un poco y que nos gusta a todos los hombres y a cualquier edad. El “Sabonaire” se jubiló y ahora recogerán las manzanas los nuevos vecinos que me compraron un anexo ya moderno a la casa y que además de tener dos hijos juegan como muchos “gabachos” a los bomberos los fines de semana.
A mí no me gustan esas manzanas porque son harinosas y al regalarlas quedo como muy desprendido y generoso porque que no me gustan no lo digo y sí digo que ya he comido muchas y que quiero compartirlas con ellos.
Pero el manzano me gusta mucho porque se me ocurrió un día fabricar con unas tablillas de madera y los pequeños contenedores de velitas circulares,  como las que las devotas ponen en las iglesias a sus vírgenes y a sus santos y santas y que ahora están de moda para crear ambientes íntimos en los restaurantes y en bares y en la propia casa particular, un comedero para los gorriones y tórtolas que abundan en el cielo de mi pueblo de la montaña.
Me gusta sentarme a contemplar las musarañas y como que a veces cuestan de ver me entretengo observando como los gorriones y las tórtolas y otros pájaros del cielo se acercan al comedero para con prudencia y sigilo hacerse con alguno de los granos que allí encuentran.
Ahora ya hay varios comederos y una pareja de tórtolas que siempre es la misma, o yo me lo creo porque he leído que al igual que las palomas encuentran compañía y ya no la dejan de por vida, vienen varias veces al día las dos juntitas a picotear granos.
Tal vez me gusta contemplar a las tórtolas más que a las palomas ya que son más libres y campestres e independientes y porque a lo mejor o a lo peor tengo fidelidades personales que se asemejan a las de estas aves.
Sólo me disgusta el canto de la tórtola que es árido y seco y malsonante e impropio de una ave tan peinada y tan ligera y estilizada y coqueta que gasta collar siempre negro en su cuello fino y esbelto.
El vuelo de la tórtola es también sonoro pero es rítmico en el sonido que es como un silbido que corta el aire a cada aleteo.

Hoy he ido a comprar grano para las aves libres de mi casa a un supermercado francés y me he llevado una alegría que me está elevando el ánimo todo el día y que me hace creer que existe el wabi sabi de los japoneses: el nombre del producto impreso en la bolsa de plástico de tres kilos de grano dice: “Melange de Graines  -  OISEAUX DU CIEL”.

No dice “Grano para tórtolas, palomas,…”
Tampoco dice “Grano para pájaros de jaula y otros”
Ni “Semillas mezcladas para aves semidomésticas”
Ni “Comida para palomas, tórtolas y aves similares”
Ni …

Dice exactamente y traduzco:
“Mezcla de granos  -  PÁJAROS DEL CIELO”

Pájaros del Cielo, pájaros del cielo, pájaros del cielo… y empiezo a ver ahora sí las musarañas del alma.

1 comentario: