Ayer fue un día de tapioca.
El día era claro y soleado
pero mi cabeza estaba como una sopa espesa.
Paseamos con mi hijo menor y
su esposa y su hija por el Paseo Marítimo de Barcelona, desde Sant Sebastià y
hasta Somorrrostro, ida y vuelta, como las ideas flash que me surcaban el
pensamiento durante toda la mañana que también eran de ida y vuelta, ideas que
se escondían en las esquinas y aparecían de nuevo y se sentaban en un café y
acompañaban el vaivén de las olas en la orilla y a veces no aparecía el flash
porque había demasiada intensidad de luz como para necesitar ayuda.
Se me ha mezclado todo en el
pensamiento como si mi cabeza fuese un gazpacho.
Gazpacho efímero como el
aluvión de pensamientos entrecortados, inacabados y sincopados y revueltos.
Cincuenta y siete días desde
el nacimiento de Paula y hasta la muerte de su abuela. Convivencia de explosión
de vida y decadencia fulminante.
Tres años desde el
fallecimiento de mi madre el siete del ocho del nueve. Caída mortal de su
cabeza de alzheimer desde su lecho isabelino.
Regreso de la amiga que me
acompaña desde que me abandonaron las mujeres de mi vida. Sentimientos
contradictorios.
Celebración íntima de los
ochenta años de mi padre y muerte de paz y en silencio al pasar mañana sin
cenar tortilla de patatas. Derrame cerebral rápido y sigiloso.
Ostras de hospital para
Nochebuena devoradas con la avidez del cuerpo que ya no se sabe y mente difusa
y diluida. Mirada errante y lacrimal agotado.
Nueva explosión de vida y
Susanita grita y llora y berrea con sus pulmones de fuego y de Quijote desde Castilla La Mancha. Diabetes
maternal.
Bimatrimonio por ser segundo
para ambos de Juan y María, yo padrino y ponente de recuerdos de infancia y
juventud y amistad como mástil en el punto más alto de la montaña.
Futuro de jubilación y
carestías del desánimo de una sociedad caduca y corrupta. Los valores han
fracasado y su fracaso nos ha arrastrado a la ciénaga del egoísmo y a la
sordidez de la ceguera y la sordera.
Al anochecer busco el centro
del pensamiento plano y abandonar los pensamientos relámpago que aran
sensaciones en la viscosidad del cerebro y en la materia del cuerpo.
Permanece flotando en el
interior y en el halo del exterior una sensación de tristeza que invade con
sopor y aletarga el ser.
Pero hoy esa tristeza es
diferente porque es serenidad de balsa de aceite que favorece la aceptación y
que permite otear la lejanía con ánimo renovado.
Esta tristeza es feliz.
Esta tristeza es de relámpago
de flash.
Esta tristeza debe
conquistarme porque permite construir.
Me gusta eso de la tristeza feliz... no dejes que te pase como a la luciérnaga delvasomediovacío porque siempre hay un sapo al acecho. Sigue cuidándote y dejándote cuidar. Un beso
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