miércoles, 8 de agosto de 2012

Tapioca

 Ayer fue un día de tapioca.
El día era claro y soleado pero mi cabeza estaba como una sopa espesa.

Paseamos con mi hijo menor y su esposa y su hija por el Paseo Marítimo de Barcelona, desde Sant Sebastià y hasta Somorrrostro, ida y vuelta, como las ideas flash que me surcaban el pensamiento durante toda la mañana que también eran de ida y vuelta, ideas que se escondían en las esquinas y aparecían de nuevo y se sentaban en un café y acompañaban el vaivén de las olas en la orilla y a veces no aparecía el flash porque había demasiada intensidad de luz como para necesitar ayuda.

Se me ha mezclado todo en el pensamiento como si mi cabeza fuese un gazpacho.
Gazpacho efímero como el aluvión de pensamientos entrecortados, inacabados y sincopados y revueltos.

Cincuenta y siete días desde el nacimiento de Paula y hasta la muerte de su abuela. Convivencia de explosión de vida y decadencia fulminante.
Tres años desde el fallecimiento de mi madre el siete del ocho del nueve. Caída mortal de su cabeza de alzheimer desde su lecho isabelino.
Regreso de la amiga que me acompaña desde que me abandonaron las mujeres de mi vida. Sentimientos contradictorios.
Celebración íntima de los ochenta años de mi padre y muerte de paz y en silencio al pasar mañana sin cenar tortilla de patatas. Derrame cerebral rápido y sigiloso.
Ostras de hospital para Nochebuena devoradas con la avidez del cuerpo que ya no se sabe y mente difusa y diluida. Mirada errante y lacrimal agotado.
Nueva explosión de vida y Susanita grita y llora y berrea con sus pulmones  de fuego y de Quijote desde Castilla La Mancha. Diabetes maternal.
Bimatrimonio por ser segundo para ambos de Juan y María, yo padrino y ponente de recuerdos de infancia y juventud y amistad como mástil en el punto más alto de la montaña.
Futuro de jubilación y carestías del desánimo de una sociedad caduca y corrupta. Los valores han fracasado y su fracaso nos ha arrastrado a la ciénaga del egoísmo y a la sordidez de la ceguera y la sordera.

Al anochecer busco el centro del pensamiento plano y abandonar los pensamientos relámpago que aran sensaciones en la viscosidad del cerebro y en la materia del cuerpo.
Permanece flotando en el interior y en el halo del exterior una sensación de tristeza que invade con sopor y aletarga el ser.
Pero hoy esa tristeza es diferente porque es serenidad de balsa de aceite que favorece la aceptación y que permite otear la lejanía con ánimo renovado.
Esta tristeza es feliz.
Esta tristeza es de relámpago de flash.
Esta tristeza debe conquistarme porque permite construir.

1 comentario:

  1. Me gusta eso de la tristeza feliz... no dejes que te pase como a la luciérnaga delvasomediovacío porque siempre hay un sapo al acecho. Sigue cuidándote y dejándote cuidar. Un beso

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