(Este cuentos se publica con una autorización especial de
la que goza el autor ya que la aprobación de quien facilitó la inspiración es
únicamente para esta ocasión y aún así corre el riesgo de que el inspirador
nunca más explique ni autorice publicaciones a este escritor ).
En un país lejano de nuestro Mediterráneo pero de habla con
la musicalidad propia de los países calurosos y húmedos, como también es el
nuestro sobre todo en verano, había una vez una Peluquera en un lugar al que
llaman la Selva Amazónica que debía cortarle las puntas del pelo a una preciosa
chica de rubia cabellera.
Una mujer muy anciana y de mucha sabiduría y que a veces me
explica en mis noches de pensamientos sus historias para que yo las cuente a
aquellos que quieran oírlos, me describió a la Peluquera como una persona de
sonrisa afable y ojos azules vivarachos, con el pelo teñido de varios colores
porque así su cabeza con su pelambrera sintonizaba con los muchos colores de la
Selva Amazónica en la que habita, colores como los del maíz y la yuca, del
tapir y del jaguar, del plátano y del caimán, y me explicó que la de colorido
en sus cabellos tiene un negocio, que es una Peluquería para Mujeres junto al
río Negro, que es un afluente del río más caudaloso y más largo del mundo y que
es conocido como el Río Amazonas, y me dijo también que la Peluquera es guapa
de rostro y gorda de panza y que debajo de su camiseta parecía que llevaba una
almohada que se balanceaba a derecha e izquierda al ritmo de los pasos del
caminar de sus piernas.
También me explicó que la Peluquera del Amazonas cambiaba
repentinamente su voz de tonalidad, ahora melodiosa y acaramelada, ahora
atiplada, ahora áspera, después pausada y chillona a veces, metálica en
ocasiones, como si la voz quisiese compartir solidaridad por su cambiar con los
diferentes colores de su cabello.
La historia que la anciana mujer me explicó dice que esa
preciosa rubia de larga cabellera que sólo quería cortarse las puntas de su
melena acudió a la peluquería de nuestra Peluquera pero Angela, que así se
llamaba la Peluquera, le dijo que había inventado un sistema que además de
cortar las puntas debía darle más fuerza a su cabello y que para eso era
conveniente e incluso sano tratarlo para dar fuerza y más vida a su cabellera,
y para ello debía cortar aquellos pelos que por muchos otros sitios se habían
fracturado.
Temerosa y algo preocupada la rubia de la larga cabellera dijo finalmente que sí, que adelante, que aceptaba sus consejos y tratamientos!!!
Angela le explicó que su invento se llamaba “Tirabuzón del
Milagro”, aparatejo que todos o casi todos sabemos que son unos rollos de
plástico de colores llenos de agujeritos que en la cabeza se los ponen muchas
mujeres cuando quieren hacer no se sabe qué con su melena y además parecer
marcianas o de otra galaxia y también aprovechan para vestirse esos momentos
con la bata de dormir o de levantarse, vaya usted a saber el momento de tamaña
barbaridad, batas que suele ser bastante feas incluso hasta en el tono de sus
colores, y no gustan de ser vistas ni por sus maridos porque tal vez de la risa
se morirían o a los bares de la amazonia se marcharían para no ver a la esposa
en marciana convertida.
Antes de empezar con su invento del tirabuzón milagroso
Angela le ofreció a la rubia de larga cabellera una infusión fresquita porque
en la Selva del Amazonas hace un calor que se pega porque es muy pegajoso.
Y la rubia de la larga cabellera encantada aceptó, y se
durmió, profundamente se durmió.
Y cuando despertó, observó horrorizada que la peluquera de
la Selva del Amazonas le había rapado todo su cuero cabelludo y que ni uno de
los cabellos de su rubia melena adornaba su cabeza.
Pensó que arrancaba en llanto pero decidió que no estaba
fea, que incluso mostraba más su belleza, que su sonrisa y su dentadura blanca
como las estrellas destacaban luminosas en aquella cabeza monda y ausente de
pelaje y que si las cosas así habían acontecido era porque así debían ser.
Y hacia su casa se fue después de agradecer a la Peluquera
su tratamiento especial y sin hacer mención a que su deseo era sólo cortarse
las puntas de la melena, y fue entonces cuando la Peluquera le dijo con voz
almibarada, dulce y meliflua que grandes sorpresas tendría y que a ella y a su
Peluquería regresaría.
Pasaron unas cuantas semanas, y la rubia que antes una larga
cabellera lucía fue recuperando su cabello que parecía crecía con más rapidez
de la habitual, hasta que un día le pareció que su melena ya tenía la misma
apariencia que antes del tratamiento de la Peluquera del pelo de colores de la
Selva del Amazonas, junto al Río Negro, que es afluente principal del Río
Amazonas que es el de más caudal del mundo mundial.
Y entonces pensó, cuando se miraba con dos espejos
enfrentados para ver el caer de su melena por la espalda, que ella que era
rubia podría en algún momento teñirse morena para variar su imagen y sentir
como se sienten las morenas mestizas de la Selva de la amazonia.
Y allí apareció la sorpresa que la Peluquera le vaticinó
cuando de ella se despidió, y fue que inmediatamente su melena de color moreno
se tiñó.
Se sorprendió, hasta incluso un poco se asustó, pero luego
pensó.
Pensó que si sólo había deseado por un instante ser morena
es que tal vez ese era el hechizo de la Peluquera.
Entonces pensó que quería ser pelirroja, y de forma
instantánea su pelo de color rojo se transformó.
Y así continuó, y ahora decidió que mechas podían adornar su
cabellera y así sucedió, y ahora blanco como las nubes y como la nieve fue su
pelo, y después verde como el césped fresco de la primavera y más tarde corto
como una media melena y al día siguiente rizado como las olas del mar cuando se
encabrita y al otro lacio como la cabellera de un corcel y también quiso saber
como le caía un flequillo y ahora de nuevo largo como el de una princesa, y
todo fue posible y supo en ese momento que esa era la sorpresa de la Peluquera
de la Selva del Amazonas y que a ella regresaría.
Y regresó, con su cabellera idéntica a cuando a ella acudió,
y le explicó que su encantamiento ya conocía pero que por norma general
continuaría con el rubio de su pelo aunque sí utilizaría el embrujo para alguna
fiesta o muy especial ocasión.
La Peluquera le dijo, con voz suave, tenue y morosa, que
esos poderes que ella tenía no los aplicaba a todas las mujeres que a ella
recurrían, sino sólo a aquellas en las que ella adivinaba que eran nobles y
puras de corazón, y que la demostración de que no se había equivocado era la
manifestación de que seguiría con su color habitual y sólo en ocasiones de
excepción usaría el hechizo de su Peluquera de la Selva del Amazonas.
Eso me explicó una de esas noches en que me visita la
anciana muy anciana y de extraordinaria sabiduría.
Y aquí termina este cuento,
que la mitad es verdad,
y la otra mitad no es un invento.
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