martes, 5 de marzo de 2013

La Peluquera del Amazonas


(Este cuentos se publica con una autorización especial de la que goza el autor ya que la aprobación de quien facilitó la inspiración es únicamente para esta ocasión y aún así corre el riesgo de que el inspirador nunca más explique ni autorice publicaciones a este escritor ).


En un país lejano de nuestro Mediterráneo pero de habla con la musicalidad propia de los países calurosos y húmedos, como también es el nuestro sobre todo en verano, había una vez una Peluquera en un lugar al que llaman la Selva Amazónica que debía cortarle las puntas del pelo a una preciosa chica de rubia cabellera.

Una mujer muy anciana y de mucha sabiduría y que a veces me explica en mis noches de pensamientos sus historias para que yo las cuente a aquellos que quieran oírlos, me describió a la Peluquera como una persona de sonrisa afable y ojos azules vivarachos, con el pelo teñido de varios colores porque así su cabeza con su pelambrera sintonizaba con los muchos colores de la Selva Amazónica en la que habita, colores como los del maíz y la yuca, del tapir y del jaguar, del plátano y del caimán, y me explicó que la de colorido en sus cabellos tiene un negocio, que es una Peluquería para Mujeres junto al río Negro, que es un afluente del río más caudaloso y más largo del mundo y que es conocido como el Río Amazonas, y me dijo también que la Peluquera es guapa de rostro y gorda de panza y que debajo de su camiseta parecía que llevaba una almohada que se balanceaba a derecha e izquierda al ritmo de los pasos del caminar de sus piernas.
También me explicó que la Peluquera del Amazonas cambiaba repentinamente su voz de tonalidad, ahora melodiosa y acaramelada, ahora atiplada, ahora áspera, después pausada y chillona a veces, metálica en ocasiones, como si la voz quisiese compartir solidaridad por su cambiar con los diferentes colores de su cabello.

La historia que la anciana mujer me explicó dice que esa preciosa rubia de larga cabellera que sólo quería cortarse las puntas de su melena acudió a la peluquería de nuestra Peluquera pero Angela, que así se llamaba la Peluquera, le dijo que había inventado un sistema que además de cortar las puntas debía darle más fuerza a su cabello y que para eso era conveniente e incluso sano tratarlo para dar fuerza y más vida a su cabellera, y para ello debía cortar aquellos pelos que por muchos otros sitios se habían fracturado.

Temerosa y algo preocupada la rubia de la larga cabellera dijo finalmente que sí, que adelante, que aceptaba sus consejos y tratamientos!!!

Angela le explicó que su invento se llamaba “Tirabuzón del Milagro”, aparatejo que todos o casi todos sabemos que son unos rollos de plástico de colores llenos de agujeritos que en la cabeza se los ponen muchas mujeres cuando quieren hacer no se sabe qué con su melena y además parecer marcianas o de otra galaxia y también aprovechan para vestirse esos momentos con la bata de dormir o de levantarse, vaya usted a saber el momento de tamaña barbaridad, batas que suele ser bastante feas incluso hasta en el tono de sus colores, y no gustan de ser vistas ni por sus maridos porque tal vez de la risa se morirían o a los bares de la amazonia se marcharían para no ver a la esposa en marciana convertida.

Antes de empezar con su invento del tirabuzón milagroso Angela le ofreció a la rubia de larga cabellera una infusión fresquita porque en la Selva del Amazonas hace un calor que se pega porque es muy pegajoso.
Y la rubia de la larga cabellera encantada aceptó, y se durmió, profundamente se durmió.

Y cuando despertó, observó horrorizada que la peluquera de la Selva del Amazonas le había rapado todo su cuero cabelludo y que ni uno de los cabellos de su rubia melena adornaba su cabeza.
Pensó que arrancaba en llanto pero decidió que no estaba fea, que incluso mostraba más su belleza, que su sonrisa y su dentadura blanca como las estrellas destacaban luminosas en aquella cabeza monda y ausente de pelaje y que si las cosas así habían acontecido era porque así debían ser.

Y hacia su casa se fue después de agradecer a la Peluquera su tratamiento especial y sin hacer mención a que su deseo era sólo cortarse las puntas de la melena, y fue entonces cuando la Peluquera le dijo con voz almibarada, dulce y meliflua que grandes sorpresas tendría y que a ella y a su Peluquería regresaría.

Pasaron unas cuantas semanas, y la rubia que antes una larga cabellera lucía fue recuperando su cabello que parecía crecía con más rapidez de la habitual, hasta que un día le pareció que su melena ya tenía la misma apariencia que antes del tratamiento de la Peluquera del pelo de colores de la Selva del Amazonas, junto al Río Negro, que es afluente principal del Río Amazonas que es el de más caudal del mundo mundial.

Y entonces pensó, cuando se miraba con dos espejos enfrentados para ver el caer de su melena por la espalda, que ella que era rubia podría en algún momento teñirse morena para variar su imagen y sentir como se sienten las morenas mestizas de la Selva de la amazonia.

Y allí apareció la sorpresa que la Peluquera le vaticinó cuando de ella se despidió, y fue que inmediatamente su melena de color moreno se tiñó.
Se sorprendió, hasta incluso un poco se asustó, pero luego pensó.
Pensó que si sólo había deseado por un instante ser morena es que tal vez ese era el hechizo de la Peluquera.
Entonces pensó que quería ser pelirroja, y de forma instantánea su pelo de color rojo se transformó.
Y así continuó, y ahora decidió que mechas podían adornar su cabellera y así sucedió, y ahora blanco como las nubes y como la nieve fue su pelo, y después verde como el césped fresco de la primavera y más tarde corto como una media melena y al día siguiente rizado como las olas del mar cuando se encabrita y al otro lacio como la cabellera de un corcel y también quiso saber como le caía un flequillo y ahora de nuevo largo como el de una princesa, y todo fue posible y supo en ese momento que esa era la sorpresa de la Peluquera de la Selva del Amazonas y que a ella regresaría.

Y regresó, con su cabellera idéntica a cuando a ella acudió, y le explicó que su encantamiento ya conocía pero que por norma general continuaría con el rubio de su pelo aunque sí utilizaría el embrujo para alguna fiesta o muy especial ocasión.

La Peluquera le dijo, con voz suave, tenue y morosa, que esos poderes que ella tenía no los aplicaba a todas las mujeres que a ella recurrían, sino sólo a aquellas en las que ella adivinaba que eran nobles y puras de corazón, y que la demostración de que no se había equivocado era la manifestación de que seguiría con su color habitual y sólo en ocasiones de excepción usaría el hechizo de su Peluquera de la Selva del Amazonas.

Eso me explicó una de esas noches en que me visita la anciana muy anciana y de extraordinaria sabiduría.

Y aquí termina este cuento,
que la mitad es verdad,
y la otra mitad no es un invento.

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