Por su parte, Buenaventura Eterna proseguía sorteando las
consecutivas crisis que acudían a su negocio con la ampliación de la oferta de
sus servicios, como por ejemplo la crisis que se desató por la manía de
quemarse a lo bonzo, y que para disimular llamaban incineración, que había
calado entre ciertas clases sociales del país, normalmente las más altas por
los costes del quemado de cadáveres y que incidían de forma contundente en su
negocio de lápidas y ataúdes.
Se le ocurrió, y no fue una buena idea, contratar los
servicios de un taxidermista, al detectar que en la sociedad se incrementaba
de forma considerable la tenencia de mascotas y animales de compañía.
Pensó que esos animales queridos por algunos como si fuesen
hijos auténticos podrían ser disecados por manos expertas a fin de que el
animal pudiese seguir presente en los hogares de sus padres adoptivos.
Inicialmente, y sin echar las campanas al vuelo, la
iniciativa aportó ciertos rendimientos, a través de algunas mujeres de edad y no
precisamente de la clase alta que destinaban parte de sus dineros e incluso dineros de
los que no disponían a disecar a sus perros, gatos, canarios, periquitos,
hamsters y demás bestias que habían fallecido de viejos o de enfermedades
propias del mundo del animal casero y de compañía.
Pero en sus prospecciones de mercado Buenaventura no cayó en
la cuenta de que en países avanzados como EE.UU. de América alcanzaba la fama el
cerdo como mascota y que muchos hombres y mujeres paseaban por las calles de
las grandes urbes americanas con un cerdito amarrado por una correa como si de
un perrito se tratase.
Cuando Buenaventura Eterna descubrió esa tendencia pensó que
qué bien, ahora su negocio y su taxidermista que se llamaba Delfí Colom (5)
gozaban de más oportunidades porque disecarían los animales de compañía
habituales y además un nuevo animal, el cerdito de compañía.
Delfí Colom en su día contrajo matrimonio con Paloma Cordero
(6), mujer bonita y amable, y
también dócil en honor de su apellido, y tuvieron un hijo al que llamaron León,
León Colom Cordero, de edad parecida a Pau Eterna y Sinforoso Sierra.
León engrosó la lista de amigos que así pasaron a
convertirse en un trío, aunque León sólo los frecuentaba en ocasiones porque su
carácter distaba mucho del de sus nuevos amigos, ya que el suyo era
extrovertido y sociable, incluso algo volcánico en ocasiones y divertido en
casi todas.
Pero aún así reconocía que admiraba el arte cincelador que
estaba adquiriendo Pau y el pensamiento racional y la cabeza bien amueblada de
Sinforoso, por lo que no dejaba de compartir momentos con sus amigos que
también se lo agradecían aunque sin palabras porque les aportaba el aire fresco
y la jovialidad de la que ellos carecían. En algunas ocasiones los comentarios
y ocurrencias de León traían consigo risas y una medida justa de jolgorio a los
tres amigos, cosa inhabitual y escasa en Pau y Sinforoso.
(continuará)
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