Hoy he ido al Notario a aceptar la herencia de mi mujer, que
falleció hace ya algo más de cinco años y medio.
El Notario se llamaba, se llama si me ha sobrevivido, Camilo Sexto. Gallego de origen. Su padre, que también es Notario y ejerce junto al hijo, también se llama Camilo Sexto. Pero no son doce, son dos.
El Notario se llamaba, se llama si me ha sobrevivido, Camilo Sexto. Gallego de origen. Su padre, que también es Notario y ejerce junto al hijo, también se llama Camilo Sexto. Pero no son doce, son dos.
Ha pasado este tiempo, desde el fallecimieto de mi mujer me refiero, porque lo hemos dejado transcurrir de
común acuerdo con mi abogado que se llama Salvadory por algo será, por razones
fiscales.
Cuando el Notario ha empezado a explicarme el documento que
íbamos a firmar con esa jerga que no entiende ni dios porque los abogados y
otros de esa especie y los políticos hablan para que sólo se entiendan entre
ellos y los demás nos quedemos en
babia y así ellos rían y puedan babear nuestra ignorancia, me ha preguntado mi
nombre, y le he respondido que Júnior y se ha enfadado un poco, pero se le ha
pasado rápido.
Al decir que ya podíamos proceder a la firma en su Notaría,
sita en una calle de Barcelona, piso noveno, le he preguntado que por qué no era
el piso sexto y le ha hecho menos gracia, pero lo ha encajado bien.
Y entonces se me ha ocurrido una pregunta y sin querer le he
llamado Camello en vez de Camilo y ya no le ha hecho ninguna gracia. No he
hecho la pregunta porque me ha parecido que mejor estaba calladito.
Y al despedirnos al poco porque el acto de la firma ha sido
como rápido porque creo que el buen hombre tenía muchas ganas de perderme de
vista, se me ha ocurrido decirle que en el fondo tiene suerte de que su padre
no lo bautizase como Felipe, y me ha mirado con esa cara que se pone cuando se
mira a un idiota de tomo y lomo.
Le he dicho adiós con una mano abierta y todos los dedos extendidos, y además de
esa mano también he desplegado y movido el dedo pulgar de la otra mano, y ya no
he podido esperar el ascensor y he decidido bajar corriendo por las escaleras
porque el Notario empezaba a sacar espuma por la boca y tenía todo muy mala
pinta.
Qué poca gracia y sentido del humor que tienen algunos, pero
qué le vamos a hacer.
Los hay sin sexto sentido!!!
Pues menos mal que no eran 12 porque no habrías salido con vida de allí...
ResponderEliminar¿Y desde cuando un notario tiene sentido del humor? ¿Tú te ves "de" notario? ¿O me ves a mí? Lo que tiene un notario es dinero. Y ya, si se casa con un registrador de la propiedad, como una pareja que yo conozco de oídas, ni te cuento....
Pero tú no lo pierdas (pensaba en el humor, pero el dinerete tampoco conviene perderlo) que da mucho gustito leerte.
Besotes
Maribel
Es un placer leer tus comentarios sobre mis escritos, Maribel.
ResponderEliminarMe atrevo a pedirte que no dejes de leerme.
Hoy he llamado al Notario para saber cuándo puedo recoger los papeles que ayer firmamos, y cuando le he pedido una entrada para próximo concierto me ha colgado el teléfono. ¿Se habrá enfadado?
A lo peor sí, que hay gente muuuu rarunaaaa
EliminarAsí es y, sobre todo, con escaso o nulo sentido del humor. Hoy volveré a llamar, porque a todo eso me quedé sin saber cuándo puedo recoger los papeles de marras, y jugaré con lo de Camello en vez de Camilo, y a ver si este fin de semana se ha reencontrado con el humor que seguro tenía cuando lo pusieron en este mundo. Ya te explicaré!!!
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