viernes, 5 de septiembre de 2014

Lágrimas negras.

 
Hoy me asola una soledad insondable.
El juego de palabras es de una estupidez estúpida, pero es que mi día es de una enormidad enormemente estúpida.

Faltan unos días para tu cumpleaños de virgo, que celebraremos bajo la tierra de la huerta de Enveitg. Bajo la tierra de tu virginal fertilidad. Bajo la tierra negra que da y concede la vida.

Aparecen en mis lágrimas las tuyas, tus escasas lágrimas secas de una noche de fin de invierno de 2008, presagio de muerte del nuevo año.

Yo te cogía la mano y la acariciaba con dulzura, cartón de piel que el cáncer convertía. Uñas que me enloquecían de púrpura de juventud y ennegrecidas de prematura senectud.

Un quejido lastimero de madrugada rasgó el silencio de la negrura de la nocturnidad y pequeñas y escasas lágrimas negras recorrieron el alba con la lentitud de la armonía tus mejillas acartonadas y bellísimas de manchitas de vida latente que ya perecía.

Esas lágrimas negras y secas me persiguen con su brillo anacarado desde el cierre de tu vida. Así lo harán hasta que las mismas acaben con la mía.

Me perseguirán toda la vida porque pocas perlas negras lucen en tu compañía.
Perlas negras que lucen pechos de hembras amadas y que revientan en mis córneas negras del luto de mi vida.
Perlas de viejas de pueblos de olores rancios de viudedad y de firmeza de amor y entrega que envidio por su sinceridad y noble serenidad.
Perlas como las mías de fidelidad y también del olor rancio del que no olvida porque tu recuerdo estimo más que a mi vida.

Lágrimas negras de mi soledad, amada mía.
Lágrimas negras que son las de la abundancia de amor que tú reprimías para que mi sufrimiento no fuese del negro de la ceniza.

Mis lágrimas negras son joyas para tu recuerdo y para obsequio de aquellas a las que adorarías.

Lágrimas negras de tu extinta vida.
Lágrimas negras de la lucha de mi vida.

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