viernes, 4 de septiembre de 2015

Las vocales, sus rasgos faciales y su lenguaje corporal (y la h).

 
La a es la vocal de la comprensión.
La e la de la sordera.
La i la de la señorita histérica que se asuste y azora ante un ratón.
La o es la vocal del asombro.
Y la u es la del susto, y también la del consentimiento.

A esas vocales las acompañan siempre, o casi siempre, expresiones faciales que tienen su máxima expresión en los ojos y los labios, y también lo que conocemos como lenguaje corporal.

La a suele ir acompañada de una gran  apertura de boca y de ojos y de manos extendidas hasta su máxima expresión, con dedos extendidos y separados entre sí.
La e suele provocar una apertura de boca parcial, como cuando demuestras asco, ojos achinados y en algunas o bastantes ocasiones adelantamiento de la cara respecto del propio tronco, y una o las dos manos con los dedos sin separar situándose detrás de los pabellones auditivos.
La i cierra la boca casi hasta su mínima expresión. Cierra en un aprieto de mandarín de la edad media los ojos, coloca las palmas de la mano frente a los mismos o tapando todo el rostro, tensa el cuerpo como la cuerda de un arco y pone los pies de puntillas en difícil equilibrio corporal.
La o forma un círculo pequeño y casi perfecto en la boca, que además estira sus labios hacia delante, como si fuesen a besar, abre los ojos hasta casi desgarrar los rabillos de cada izquierda del ojo y los lacrimales de cada derecha, y las manos se suelen subir a la cabeza como la cerveza a los que no saben beber.
Y, finalmente, la u hace de la boca una forma de besito minúsculo, los ojos se abren pero sólo un par de segundos, los pelos del cuero cabelludo y de otras partes se erizan, el cuerpo se contrae y los brazos se pliega por la mitad, o sea, por los codos que para eso están, con las manos convertidas en puños y apretujadas contra el pecho, o la barriga o las partes íntimas.

Y para los que desean una gramática que anule a la denostada consonante h, por ser muda salvo para los andaluces que la confunden casi en todas las ocasiones con la jota, les explicaré la importancia de la misma.

Si tu comprensión es correcta, dices ah!, si es alta pronuncias ahh!,  si es total ahhh!
Y si es extraordinariamente grande, dices ahhhhh !!! Incluso aaaahhhhh!!!
Si la sordera es incipiente, lanzas un eh?, pero si es pronunciada dices ehhh?, y si es de medidas desproporcionadas lo que sale de tus cuerdas vocales es ehhhhh???
El caso de la i es excepcional y particular. Si el ratoncito es pequeñito la señorita dice hihihi, pero si es una rata como las de la cloaca lo que brama es hihihihihihihihihi !!!!!
Nótese la diferencia respecto de las anteriores, ya que en este caso la superviviente h se coloca delante y no detrás, lo que la hace imprescindible.
En el caso de la o es como con la a: si el asombro es limitado se dice oh, si es mediano es oooh, y si es mayúsculo es ooooooooohhhhhh !!!!! y aquí tenemos otra excepción, y es que se repite más la vocal que la muda y despreciada h.
Para acabar, la u del susto actúa en sinergia total con su predecesora o: las variantes son cinco, aunque podrían ser más, pero las principales son estas cinco expresiones: uh, uh!, uuuuh!!!, uuuuuuuh!!!, uuuuuhhh!!!!!.
Sin embargo la u del consentimiento es extraordinaria: puede ser un uuu casi mudo porque se dice con los labios pegados, es una uuu que se pronuncia más con la nariz que con la boca, la mano se ubica en la barbilla y se suele buscar una expresión inteligente del rostro, que no siempre se consigue, y el número de us variará en función del grado de asentimiento. E incluso, y he aquí una salvedad extraordinaria y maravillosa, si el tema es muy serio y muy formal, como comprender una fórmula matemática difícil, a la u la acompaña no sólo la h que siempre aparece aunque la pobre sea muda, si no también la m, y el resultado es uuuhhhmmmmm!!! Y, por supuesto, existen todas sus diferentes versiones según el
número de us, haches y emes y en essas ocasiones, además de la mano a medio cerrar colocada en la barbilla, la otra mano suele juguetear o rascarse una oreja, y se frunce el ceño, se achinan un poco los ojos y se cabecea varias veces con ligeras y casi imperceptibles inclinaciones de la cabeza (algunos llegan hasta a dar pequeños golpecitos con el pie en el suelo, y otros hacen descender la mano que rasquetea la oreja para golpear parsimoniosamente una mesa con los nudillos mientras, ahora sí, cabecean ya como mulos, de forma más violenta y constante).

Por tanto, amemos las vocales, no despreciemos las haches y no dejemos de enriquecer el idioma, con las expresiones faciales y el lenguaje corporal que incorporan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario