Hoy no estoy sentado en una de mis terrazas. Llueve. Por eso
me he quedado en mi casa ceretana. Divago. Me siento. Me levanto. Me vuelvo a
sentar. Me encanta, porque es dejar en libertad mis pensamientos. Y ellos
deciden qué hacen con su vida independiente.
Y esto flota en mi cabeza mientras afuera sigue lloviendo y
veo el vuelo bajo de alguna golondrina que persigue insectos que yo no veo.
El león es el Rey de la selva y su melena es admirada en el
mundo entero.
El jaguar da nombre a uno de los coches que presume de
elegancia.
El tigre hace alfombras de prestigio para que las luzcan
hombres y mujeres prestigiosos.
El cocodrilo calza a las más bellas mujeres del mundo, y los
hombres poderosos tienen una cartera de piel de cocodrilo repleta de billetes
cerca de su corazón.
El visón viste cuellos estilizados de mujeres divinas y
también abriga sus cuerpos de pincel.
Muchas aves ceden sus plumas para adornar sombreros de
estrellas del cine y el teatro y princesas monegascas.
Las ranas son princesas bellísimas que esperan el beso de
los sapos príncipes agraciados y afortunados.
Algunos peces, que es posiblemente el animal con menos
carisma del universo, son sirenas lindísimas que enamoran a viejos marineros
que están enamorados del agua salada, incluso hasta el marinero de Mishima que
perdió la gracia del mar.
El perro es el amigo más fiel del hombre.
El gato es casi un mantra.
El águila besa las nubes.
La golondrina inspira versos al poeta con su regreso.
El cisne crea óperas.
¿Y el buitre?
Es el animal más denostado y despreciado por los humanos.
Sin embargo, el hombre no quiere ser león, ni jaguar, ni
tigre, ni cocodrilo, ni visón, ni ave de espléndidas plumas, ni rana ni sapo,
ni pez, y menos todavía perro o gato, ni águila, ni golondrina ni tampoco
cisne.
El hombre quiere ser, y es, buitre.
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