jueves, 16 de noviembre de 2017

Greguerías de un inconformista (XXXV).

 
Siempre gocé al acariciar con mis labios la suavidad del pétalo de una rosa e inspirar lentamente su fragancia entregada y regalada, rozar con mis dedos frágiles las alas de una mariposa, acoger en las palmas de mis manos las plumas del diente de león para luego soplarlas y pensar en un deseo mientras las plumitas de un blanco inocente inician el vuelo que la brisa tutela y yo olvidaba porque mantenía mis ojos cerrados y apretados por el miedo a que mi deseo también se desvaneciese, y ahora, ya en el inicio de mi decadencia física, aprendí que las yemas de mis dedos jamás olvidarán la excelencia y la dulzura de porcelana de su piel, así  como su olor y su textura, regalo que me hizo de nuevo la vida y entrega que ella me regaló.

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