Soy consciente de que el título de este escrito no recoge a los que posiblemente son los más importantes de este asunto, las víctimas del terrorismo.
El olvido no es tal.
Pero, e intento explicarme a continuación, la problemática
del caso está en los citados en el titular, ya que por las víctimas en general
no podemos hacer más que acogerlas en nuestro corazón y actuar para que no se
repitan situaciones como las que a ellos les ha tocado vivir.
He dejado pasar unos cuantos días, bastantes, por miedo a
que mi comentario precipitado dejara de ser tal por su transformación en
bramido.
Ahora, con la tranquilidad que concede el transcurrir de los
días y el sosiego recuperado del espíritu, ahora digo, sí ha llegado el momento
de pensar y escribir sobre Estrasburgo.
Y reflexiono, una vez apaciguada la inicial indignación,
sobre la sentencia y sus aspectos de máxima importancia para que nos aporte
–por lo menos a mí mismo- algo de luz.
En este país de países mal avenidos que conocemos por España
la cadena perpetua no existe, por lo que la aplicación de la doctrina Parot tal
y como nuestra Justicia y nuestros gobernantes en el poder decidieron en su día
es anticonstitucional. Así es, nos guste o no.
En consecuencia, el Tribunal de Estrasburgo, mal que nos
pese y mucho que nos duela, hace aplicar la jurisprudencia legítima y
consecuente.
El error de todo el proceso radica, según mi parecer, en que
la clase política en general aplicó un procedimiento a sabiendas de que en su momento
los Tribunales Comunitarios a la rectificación les obligarían.
Sencillamente apostaron por la estrategia de empujar el
problema hacia delante –estrategia muy rajoniana, también denominada
“estrategia Prestige”, que consistió en enviar al petrolero hacia alta mar sin
tener en cuenta que la marea podía acercar el crudo, pero eso ya lo
afrontaremos cuando suceda si es que sucede- y esperar a ver qué hacemos en el futuro caso de que el
futuro traiga problemas que tal vez sí y ojalá no, aunque todos sabían que sí
los traería.
Y mientras tanto, el Partido Popular aprovechó la coyuntura
para cargar las tintas sobre el PSOE alineándose con descaro junto a las
víctimas del terrorismo, víctimas a las que ahora ha dejado con “el culo al
aire” como casi siempre.
Y mire Vd. que tuvieron años para intentar solucionar el
problema de la Ley Parot, pero en aras de la estrategia Prestige no hicieron
nada por si el tiempo que todo lo cura en esta ocasión también actuaba y todo
lo curaba. Pero, como era de prever, nada el tiempo curó.
Me fijé también en su momento, pero no me lo he planteado
hasta ahora por los motivos comentados anteriormente, en las primeras
declaraciones tras la sentencia del Presidente del Gobierno: “Está lloviendo
mucho, gracias”.
Como ya ha mencionado algún articulista de opinión, no es
más que la versión moderna del “hoy no toca” que se traduce literalmente en
“hoy no me conviene”. Tristes, patéticas declaraciones de quien dirige este
país y que en su día aprovechó el asunto para zarandear al Gobierno de Zapatero
con multitud de manifestaciones contra su política antiterrorista.
Las segundas manifestaciones del Presidente del Gobierno, en
cuanto reflexionó sobre que tal vez ver caer la lluvia era un poco frívolo ante
los hechos y pensó sobre todo en la repercusión que los mismos hechos podían
tener sobre sus réditos electorales, fueron textualmente: “La sentencia es
injusta y equivocada”.
Pues pienso que se equivoca de punta a cabo, ya que no es
injusta por lo que ya expliqué anteriormente (otra cosa muy diferente es que nos
parezca injusta, incluso maligna e irracional) ni tampoco
equivocada, porque si así fuese no habría que aplicarla, y fíjese usted con la
celeridad con la que los Jueces la han aplicado (Inés del Río y los que siguen
y seguirán).
Concluyo con dos reflexiones.
Mientras sigamos con esta clase política al frente de
nuestros destinos, mal iremos, de mal en peor quiero decir.
Y si de entre ellos destacan o predominan los “populares”
que dios nos coja confesados: en esta caso concreto muchas personas de buena fe
creyeron en promesas que son imposibles de cumplir, y quienes las prometieron
lo sabían y luego quisieron arroparlos con sus mítines y sus manifestaciones
para captar sus votos y ganar credibilidad política para ahora dejarlos en la
estacada y responder con el mayor cinismo que “llueve mucho”.
Y la segunda reflexión gira en torno a una pregunta: ¿cómo
es posible que hayamos construido entre todos, entre TODOS, políticos y gente
corriente como yo mismo, esta sociedad viciada, corrupta, insensible,
egocéntrica, farisea, e insolidaria?
Y también ridícula, aberrante, absurda y esperpéntica.
Me permito un cierto regreso a la visceralidad, al estómago
y a la calentura a las que quise renunciar al dejar transcurrir unos días desde
la sentencia de Estrasburgo y hasta la redacción de estas líneas.
¿Cómo podemos permitir que asesinos sin arrepentimiento, que
violadores incorregibles, que estafadores y corruptos y sobornadores paseen
tranquilamente por nuestras ciudades y nuestros pueblos, mientras sufridos
trabajadores que se retrasan en sus obligaciones porque no llegan a fin de mes
con el IVA, o con el IRPF o los autónomos, sufran el tremendo acoso de la
burocracia policial de nuestro sistema en forma de multas, intereses de demora
y otras penalizaciones?
Y, ¿qué tenemos que pensar cuando leemos hace unos días en
la prensa que los legisladores comunitarios de Bruselas están empezando a
cuestionarse si no legislan en exceso, y este pensamiento les surge a raíz de
discutir una nueva Ley en la que contemplan el tipo de calzado que será el
único autorizado para su uso por las peluqueras de Europa en su lugar de
trabajo?
Soy consciente, acabo al igual que empecé, que no es éste
momento ni lugar para bromas, pero es que lo de los zapatos de las peluqueras
no es ninguna invención ni ocurrencia de mi mente, sino que es algo que
realmente sucedió no hace demasiados días en Bruselas.
Recurro de nuevo al refranero: que dios nos coja
confesados!!!
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