Dos Mantis Religiosas copulaban en la rama de una planta
totalmente ajenas a mi presencia.
Al finalizar la cópula la Mantis Religiosa hembra se dedicó
tranquilamente a devorar a la Mantis Religiosa macho mientras me miraba con
suma indolencia.
Le comenté que en mi especie muchas veces ocurre al revés y
no siempre después del apareamiento si no en ocasiones sin más.
Cuando finalizó su banquete nos sentamos uno junto al otro
en una gran piedra al pie de la mata de su circunstancial alcoba criminal sin
decirnos nada porque los dos sabíamos que nos ocupaban las mismas cavilaciones.
Al rato concluimos ambos y siempre guardando un reverencial
silencio que cuando un género domina al otro siempre al final aparece la
barbarie.
Nos separamos antes de que uno de los dos intentase devorar
al otro.
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