(Texto para fotografía de
Gabriela Boldoczi)
Palabra de claras y firmes resonancias árabes, palabra
levantina y andaluza, de huerta murciana, flor de mezquita cordobesa, de plata
mediterránea de Málaga y de la Torre del Oro de Sevilla, y que mantiene y
conserva, en su interior, esa h muda que se rebela para mostrar su existencia
con los dulces aromas que despide y el embeleso de miel que contagia.
La blanca Flor del Azahar es piel de mujer perfumadita por
el naranjo y rasgos del limonero, piel suave de hembra bañada en aceite de
azahar que seduce porque seda y sosiega y atempera los sentidos del amante que
en su seno se adormece.
Es flor de cinco pétalos blancos abiertos que esconden un
corazón frondoso de hembra que ama y desea ser amada, que goza y desea ser
gozada, y para ello destila sus esencias y fragancias a quien sabe apreciarla,
mimarla y cuidarla con el esmero y el cariño del cortejo noble y honrado.
Es flor que hipnotiza y enamora y fascina cuando al alba da
su adiós a pequeñas y lánguidas lágrimas que recorren con lentitud sus pétalos
blancos hasta depositar su frescura en los labios del galán que busca con
desespero los labios de azahar de su doncella, que rezuman los perfumes
nítidos, claros y lúcidos de la Flor del Azahar.
La Flor del Azahar, la Flor Reina del Perfume y del Aroma,
la Flor de la Blanca Pureza.
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