Es como un trueno, ruidoso y veloz. Fugaz y atolondrado.
Me dice con ruido de tambor en mi cerebro que me gustaría morirme
en el lecho de una duna en el desierto para que la escasez de agua agotase mi
llanto perenne y saciase la sed del camaleón deprimido porque no puede cambiar
de color por la uniformidad de su paisaje.
Y de pronto el trueno dejó de atronar y se convirtió todo en un inmenso silencio.
Y de pronto el trueno dejó de atronar y se convirtió todo en un inmenso silencio.
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