¿Por qué todos celebramos de forma entusiasta cuando leemos
o escuchamos frases brillantes como por ejemplo “la felicidad está en el
interior de cada uno” o “las apariencias engañan”, y cuando nos encontramos con
un amigo o un conocido le peguntamos cómo estás, cómo te van las cosas, qué tal
los negocios, qué tal el trabajo, te has dejado crecer el pelo o ¡estás más
gordo!, te has teñido la melena, y esa perilla que te has dejado,… que no son
cosas más que superficiales y de escasísimo interés y de las que no aprendes
nada sobre el otro?
¿Por qué no preguntamos por si es feliz, si cuida de su
intimidad, si se siente en sintonía con la naturaleza, si crece interiormente,
por qué no preguntamos por los objetivos que tiene planteados para su
crecimiento personal en el futuro, si se sientes a gusto consigo mismo, con los
demás y con el entorno,… que parece que son temas más profundos y menos
superficiales y nos pueden permitir aprender o incluso copiarle?
Sólo encuentro una respuesta: nos da vergüenza.
Y nos da vergüenza porque el mundo en que vivimos nos ha
separado, nos ha alejado a los unos de los otros y a los otros de los unos. Nos
da vergüenza porque hemos practicado tanto el individualismo y el egocentrismo
y el aislacionismo y el “vaya yo contento y ríase la gente” que lo hemos
convertido en costumbre.
Nos da vergüenza porque pensamos equivocadamente que
traspasamos líneas que son infranqueables, como por ejemplo rozarnos y
tocarnos, cuando todos los cuerpos necesitan del contacto con otros cuerpos,
pero eso ya es otro tema para otra greguería.
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