martes, 26 de septiembre de 2017

Greguerías de un inconformista (XVII).

 
Antes, hace un tiempo no muy lejano, para ser una persona reconocida tenías que o bien tener estudios (universitarios, masters,…) y aplicarlos en alguna disciplina profesional o bien haber ejercido cargos de importancia con éxito en cualquier empresa pública o privada; también valía el reconocimiento social por algún logro a favor de la comunidad en general o de un particular en concreto, e incluyo aquí a artistas de cualquier disciplina de las artes.
Hoy, ser reconocido es mucho más sencillo: basta con hacerse rico de la forma que sea, independientemente (perdón por la palabra, señores del P.P.) de cualquier ética o moralidad, o bien ingresar en prisión, a ser posible por estafa, malversación de caudales públicos, corrupción, tráfico de influencias, prevaricación o cualquier cosa similar (quedan exentos los miembros del P.P. que cometan estos delitos, porque simplemente se hacen famosos pero no purgan culpa alguna).

Imagino que es el cambio de los tiempos y las tendencias, y deduzco de todo ello que la sociedad avanza inexorablemente hacia la estupidez más profunda (como ejemplo véanse algunos de sus máximos líderes, como Trump, Erdogan, Rajoy, Putin, el Kim de turno,…).

En fin, los románticos siempre existiremos (creo), y eso es una luz de esperanza.

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