jueves, 14 de septiembre de 2017

Greguerías de un inconformista (XIII).

 
Hay muchos temas que me preocupan, claro que sí.
Y uno de ellos, y de suma importancia, es el de la inmigración y la problemática social, humanitaria, de convivencia, económica,… que conlleva en sí misma.
Por eso reflexiono sobre el tema.

Inmigrante es un participio activo que indica algo que aún está en proceso.
Una persona que lleva años instalada en un lugar que no es el de origen no es un inmigrante, deja de ser un “emigrante” para ser un “emigrado”.

Creo que es un matiz de importancia capital, porque entiendo que el inmigrado es en la gran mayoría de las ocasiones un “emigrado integrado”.
Y eso significa que ese sujeto desea vivir en ese país que no es el de origen, que acepta sus costumbres y tradiciones, su lengua y su cultura y religión, y que entiende que su descendencia ya es más de aquí que de allí, aunque eso no debe comportar que renuncie ni olvide sus orígenes ni costumbres, pero respeta y ama las de su país de adopción, que ahora ya es el suyo, porque no es un emigrante si no un emigrado.

Me parece, desde un punto de vista sociológico y también antropológico, fundamental tener estos dos conceptos muy claros.

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