martes, 12 de septiembre de 2017

Greguerías de un inconformista (XI).

 
Esta noche he soñado con mis hijos, que ya son padres, cuando eran mis niños.
No ha sido una pesadilla, si no un sueño maravilloso.
Soñaba que hoy amanecíamos para empezar el Colegio y su madre y yo los acompañábamos en su primer día del nuevo curso escolar.
Al llegar a su Colegio la maestra de uno de ellos nos ofrecía la lista de las asignaturas que estudiarían, y yo me emocionaba y besaba a la maestra mientras dirigía miradas muy tiernas a mis hijos y a su madre.
Algunas de las asignaturas se llamaban “El arte de dialogar”, “Convivencia”, “Cómo pensar positivamente”, “Aprender a proteger nuestro entorno”, “Las claves para la búsqueda de la felicidad propia”, “La empatía y cómo ayudar al prójimo”,…

He despertado pronto, como siempre, y además de recordar mi sueño con una sonrisa flotándome en el rostro, he pensado que hoy mis hijos acompañarán a sus hijas, que son mis nietas, a su primer día de clase del nuevo curso, y las asignaturas que se encontrarán serán Lengua Española, Matemáticas, Física, Química, Deporte, Inglés (poco), y muy escasamente o nada Literatura, Música, Filosofía, Pintura,… y por supuesto nada de nada de lo que soñado.

Es decir, todo sigue igual, seguimos educando a nuestros niños y niñas para que asimilen conceptos como competitividad, éxito personal, triunfo, posesión, dominación, sometimiento del otro,… que son los valores que rigen en esta sociedad nuestra en avanzado estado de descomposición.

Me he ido a la ducha sin sonrisa y con un rictus de dolor no ya en mi cara si no en todo mi cuerpo.

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