Lo recogí extremando el cuidado y lo deposité en la palma de
la mano de mi sobrino que lo recibió con suma delicadeza porque el flan estaba
totalmente desnudo.
Víctor me miró buscando mi asentimiento para dejarlo sobre
su plato y así lo hizo.
Sin mediar palabra alguna nos dirigimos a la sala de estar.
Ni mi sobrino ni yo nos atrevíamos a preguntarle nada al
flan porque su aspecto era de absoluta atribulación y desconsuelo.
Pero no fue necesario porque entonces el flan parlante habló
y esto nos manifestó:
“Disculpadme, por favor.
He sufrido una fuerte depresión y decidí lanzarme de cabeza
al cubo de la basura. Permitidme que os la explique ya estoy invadiendo vuestro
hogar.
Yo soy muy casero, como todo Flantástico, y lo que más me
gusta es estar en el baño con María, que es mi compañera, pero cuando mejor
estoy alguien me obliga a salir del agua calentita y abandonar a María.
Muchos de vuestra especie hieren mi orgullo porque cuando
alguien tiene miedo le dicen tiemblas como un flan, y nosotros no somos
ejemplos del miedo porque somos más bien osados y valerosos ya que nos
introducimos en bocas y fauces de todo tipo y catadura.
También acostumbráis a decir cuando alguien os parece
hermoso o bella que está como el pan y a mí me gustaría que vuestra expresión
fuese está como un flan.
Muchas veces en los restaurantes solicitáis crema catalana
tostada en diversos grados y en cambio del flan sólo preguntáis si es de huevo,
como si yo pudiese ser de otra cosa, caray, y eso despierta en mí sentimientos
de envidia que son ciertamente reprobables.
Tengo que compartir en excesivas ocasiones mesa con las
natillas, que son seres despreciables por su indolencia, siempre desparramadas
en su cazuelita de barro sin hacer nada mientras yo debo mantener el prestigio
manteniéndome erguido.
Y no quiero hablar de los tocinillos del cielo, esos seres
que también compiten conmigo y que son horriblemente cursis por su tamaño y su
color y encima son asquerosamente pegajosos tanto a las manos blandas como a
los dientes duros.
Y me pongo enfermo y rabioso cuando uno de los vuestros
reniega por su escasa habilidad con la cuchara y me tira por encima de las
partes íntimas de su pantalón, y a mí me da un asco y unas arcadas horribles
que me deprimen hasta lo insospechado.
Y algunas de vuestras hembras hacen gelatinas que son flanes
insípidos y sosos porque carecen de la dignidad más elemental que se llama
huevo, leche asada, azúcar y caramelo, además de en ocasiones vainilla, canela
y limón.
Y para finalizar la explicación de mi estado depresivo hace
unos años que se llenan vuestros centros de abastecimiento con ofertas de
flanes que se hacen con polvos denigrando nuestra noble estirpe.
Decidme, ¿no son motivos sobrados como para que yo, un Flantástico,
sea víctima fácil de un estado depresivo que ponga en peligro mi extraordinaria
de natural salud?”
Víctor y yo, que habíamos asistido a su extensa perorata
guardando exquisito silencio, nos miramos indecisos sobre qué decir.
(continuará)
Totalmente de acuerdo con el Flantástico en su apreciación sobre los tocinillos de cielo. Qué asquerosidad!!
ResponderEliminarJajajaja.... ya he descubierto a una enemiga de los tocinillos!!!
ResponderEliminarBueno, pues ya sólo queda el último Capítulo, el 4º y tendremos completo el Cuento Flan...tástico.
Y en ese final descubriremos que no todos los FLANTÁSTICOS son seres nobles y bondadosos, también los hay perversos y malignos.
Pronto lo descubriremos!!!