lunes, 5 de enero de 2015

Mi carta a los Reyes Magos de Oriente.

 
Queridísimos Reyes Magos:

Hace unos años que me perdí un tanto en sinfonías que desentonaban por causas que no voy a explicar de nuevo.
Olvidé escribiros mi Carta a los Reyes Magos por esa causa, lo cual es un tremendo error que anoto en el debe de mi vida.

A los pocos meses de deambular despistado por esta vida conocí a una mujer que me fascinó, pero que era caña y bambú y cimbreaba hasta el desasosiego que era lo que precisamente yo no precisaba. La quiero con locura. La veré y frecuentaré menos porque el viento la pasea por otros derroteros que me resultan ajenos.

Al pasar de los días y las noches, y las maravillosas estaciones del año, conocí otra mujer, sobria, cincelada, recia, enraizada, castellana al fin o de pura cepa que creo dijo el poeta, potente, dura y contraria al abedul porque amista con el roble, aunque puede ser ligera ardilla que roe y rasga la dura nuez por su constancia y tesón.

Esta castellana de la Vieja Castilla tiene un hijo, y es el chaval quien me lleva a este reflexión que es mi Carta a sus Majestades, Reyes de Oriente de Oro, Incienso y Mirra.

Dado que estoy de ángeles en estos días magos, y aún no siendo desde la política alguien a quien no ensalzaría, me apunto a la reflexión de Ángeles González-Sinde cuando cita a nuestros jóvenes y su estado temeroso actual que queda de manifiesto cuando les pides una proyección de sus vidas a diez años vista y no saben qué responder por la inseguridad que parece es la única apuesta y promesa que el futuro les propone.
Cautela y reserva es la respuesta a la cuestión que se les plantea, escondiendo dios sabe dónde la ambición propia de la juventud, y vértigo es el sentimiento que sienten y transmiten cuando piensan en su futuro, contrario a las sensaciones de mi generación en la que los jóvenes decidíamos o pensábamos que gobernábamos lo que queríamos de nuestra vida futura.
Ese vértigo, dice González-Sinde, se lo hemos transmitido nosotros, y no hemos sabido convencerles para que jueguen en sus fantasías con las enormes posibilidades que la vida les ofrece.
Es nuestra forma de gobernar y explicar la vida lo que los hace temerosos y cautelosos ahogando todas las expectativas que a su edad deberían ser fastuosas, imperiales, soñadoras, irrespetuosas y ambiciosas.
Y no, son prudentes, miedosas, apocadas e incluso tenebrosas.

Este es el primero de los dos regalos que en mi Carta les pido a los Reyes de Oriente. Que chavales como el hijo de mi amiga de la ribera del Duero recuperen la sonrisa y la ambición  adolescente, atrevida e insolente que les pertenece y que nosotros les hemos robado con la alevosía y la indignidad del que se atreve a justificarlo todo con la leyenda de que estamos construyendo futuro, cuando en realidad lo que hacemos es destruir la alegría de las aspiraciones de vida de generaciones de jóvenes que merecen decidir lo que quiere hacer con sus vidas.
¡ Que decidan ellos, no nosotros !

El segundo regalo que en mi Carta al Blanco, al Rubio y al Moreno pido es, como escribe Ángeles Caso, que ellos que lo pueden todo porque son Magos (y yo creo en la Magia, ¿verdad, chaval?) es que nos cambien este país.
Reyes de Oriente, acabad con esta clase dirigente indigna de la ciudadanía a la que someten y vejan, que nos gobiernen personas inteligentes, sensibles, cultas, que amen la cultura y el saber, quitadnos de encima a la gentuza que nos ha recortado la sanidad, la educación, la investigación y tantas otras cosas necesarias para que los jóvenes recuperen la ilusión por ser lo que quieran ser cuando sean mayores, pero que tengan ambiciones y no los temores que la irresponsabilidad y los bolsillos insaciables de esos miserables les han sustraído con sus políticas partidistas y clasistas.
Como dice la Caso, Reyes Magos, haced que esto sea una realidad, vosotros que lo podéis todo con vuestra magia, hacedlo, por favor !!!

Por favor, os animo a todos, niños, adolescentes, jóvenes, adultos, mayores, ancianos y viejos, a escribir a los Reyes Magos y que vuestras Cartas estén repletas de deseos de futuro, de confianza en el porvenir que esos jóvenes y adolescentes deben construir para ellos mismos, futuro que debería ser muy diferente a nuestro presente.

Eso es lo que pido en mi Carta a vosotros, Reyes que con vuestra magia todo lo podéis realizar, para que el hijo de mi amiga, y mis nietas, y las de mi hermana, y los nietos de mis amigos, y los descendientes de los que no conozco pero que quiero tenerlos presentes en mis peticiones puedan abandonar el temor y el miedo por el futuro que nosotros no  hemos sido capaces de esbozarles para que ellos lo dibujen según su criterio y su libertad.

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