Tengo que seguir aprendiendo cada día, todos los días.
Porque no aprendo.
Y eso que lo compruebo y lo vivo en mis carnes cada dos por
tres.
Nadie hace nada por nadie.
Y además no te lo dicen. Más bien lo contrario: todos dicen
lo hago por ti, porque eres tú, porque sino de qué iba yo a preocuparme.
Y la conclusión es que simplemente no hacen nada y ya está.
Me lo han dicho mil veces, pero no aprendo: me han dicho lo
que no hagas tú, nadie lo hará por ti; si no te cuidas tú, ¿quién te cuidará?;
vela por tus intereses, porque nadie lo hará por ti; tú a lo tuyo y olvídate de
los demás.
Y yo que no aprendo ni pa dios.
Ni jesuitas ni en la Universidad del Opus Dei ni la puta
madre que los parió a todos.
Nadie hace nada por nadie.
Yo lo intento, pero supongo que lo hago igual de mal que a
los que ahora critico. Creo que hago algo por alguien y seguro que en el fondo
no hago nada. O por lo menos el otro, la otra, no lo valora como tú esperas que
lo haga.
Tal vez ahí está el error, esperar que te valoren cuando
debes hacer lo que decidas simplemente porque te da la gana, y sin esperar nada
a cambio.
¿Es por eso que impera cada vez más el egoísmo en esta vida?
Cada uno va a la suya, vaya yo caliente y ríase la gente, si
a mí me va bien y al otro mal, pues que se joda, será que es idiota. Yo a lo
mío, y tú a lo tuyo, y si te funciona pues felicidades, y si no pues que te den
por el saco. Pues que se joda, a mí, en el fondo, qué coño me importa.
El hombre es un depredador.
Es el único o de los pocos seres vivos que mata por placer,
no por necesidad.
Porque cree que lo que rige es si a ti te va mal, a lo mejor
es que a mí me va a ir bien.
Si triunfas en algo, en lo que sea, te avisan de que hay
muchos ídolos de pies de barro, que no es oro todo lo que reluce, que a veces
es pan para hoy y hambre para mañana, y entonces no es que esperen tu caída, si
no que la buscan y la provocan, y cuando se produce dicen algo como si yo ya lo
sabía, si ya se lo había avisado, como si realmente lo hubiesen hecho, el
avisarte, y se permiten la hipocresía de decir que te lo dijeron por cariño
hacia tu persona, cuando no hicieron otra cosa que esperar que te pasase para
volver a decir si era de esperar, si yo ya lo sabía, porque conociendo su forma
de ser así tenía que irle, mientras en su interior disfrutan como hideputas por
tu desgracia.
Y además, suelen rematar con un a mí eso no me pasará, y
claro que no le pasará, porque él nunca será nadie, redios, y si aún así le
pasa pues no es por su culpa, es por culpa de otros.
Lo que precises, háztelo tú, porque nadie, absolutamente
nadie, lo hará por ti.
Es triste, muy triste, pero hay que hacer de ostra y meterte
en tu concha para evitar los daños ajenos.
Sí, estoy con el día cruzado. Ya lo sé. Y qué.
¿Te preocupa mucho, a ti, gilipollas?
Creo que seguiré sin aprender. Y sólo puedo justificar mi
incapacidad para ello diciéndome que es porque he decidido que no quiero
aprender, y a lo mejor hasta es verdad.
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