jueves, 19 de junio de 2014

El vaho de mi espejo.

 
Muchos de los que me conocéis bien sabéis que durante muchos años, cada mañana, le dejaba mensajes en el vaho que se crea en el espejo por el calor del agua a mi amada Susan, mensajes tales como Te quiero, un dibujo con un corazón y una flecha clavada en el mismo (al más puro estilo del angelote de cupido), un Esta noche cenamos juntos, Volveré pronto, Te amo, No me olvides, ... y estoy seguro de que sois capaces de imaginar la ilusión que cada mañana mi mujer sentía ya no por la ducha, que también, si no por encontrar mi mensaje en la película húmeda del espejo.

Esta práctica se prolongó por muchos años, y yo era feliz escribiendo mis tonterías y ella leyéndolas.
Puedo asegurar que allí, en el espejo, se recogía mi primera sonrisa del día y también la de Susan. Y eran sonrisas cómplices, sonrisas de amor y cariño. El espejo bien lo sabía.

Hoy en día, que ella está conmigo pero tan arriba que debería bajar demasiado para leer el que era el espejo de nuestro cuarto de baño, sigo haciéndolo y también dedico mis frases a otras personas, como mis nietas, mis hijos, mis nueras, mis amigas y amigos, y aunque no estoy seguro de que lo lean (salvo alguna excepción porque en momentos puntuales también las envío a través de Internet y con la denominación SLOGAN de la SEMANA) lo sigo haciendo con la misma ilusión que antes.
Y el espejo, con su expresión pícara, me sigue devolviendo la mejor de mis sonrisas cada mañana. La primera sonrisa.

Los publicitario siempre decimos, al igual que la regla empresarial que dicta que lo que funciona, mejor no tocarlo, que lo mejor que podemos hacer es copiar aquello que sabemos por su difusión pública que tiene buena aceptación (aplicando algunas variantes para no incurrir en plagio), captando nuevos Clientes, potenciando las ventas, fidelizando Clientes, obteniendo venta cruzada,…

Pues bien!
Removiendo mis muchos papeles para poder rebullir en mi domicilio, he encontrado la historia que pienso fue la fuente de mi idea de escribir en el vaho del espejo. Desconozco al autor de la misma, pero sí se quién la utilizó en su momento, y lo desvelaré después de redactar fielmente la historia, que es preciosa y breve, y por seguir con el refranero, lo bueno, si breve, dos veces bueno.

“Cuando los tiempos avanzaban que era una barbaridad, mi abuelo abandonó el cuidado de sus cien olivos y se convirtió en el conductor de la línea siete del tranvía que por entonces recorría la nueva ciudad.
Torres de Ciare, San Jerónimo, Plaza Poela y San Justo era su itinerario. Sin embargo, San Justo pasó muy pronto a llamarse Medea, recibió el nombre de  la tímida muchacha que junto a su malhumorada madre viajaba hasta la oficina de Correos donde ambas trabajaban.

Mi abuelo, encogido por la presencia de la ceñuda señora, le escribía cada mañana mensajes sobre la película de vaho que se formaba en el cristal de su cabina; eran frases o palabras que Medea ansiaba leer desde el mismo momento en que el tranvía asomaba por el recodo de la calle Mayor. Sabía, por la cómplice sonrisa de mi abuelo, que ella era la destinataria de sus creaciones literarias. Y así pasaron los meses de frío hasta que después de varios cines y meriendas, Medea se convirtió en mi abuela.

Ahora, todavía recuerdo que de pequeño y no tan pequeño visitaba su casa, entre bizcocho y bizcocho, jugando con los reflejos de luz sobre los cristales, algunas veces descubría las palabras que mi abuelo había dedicado esa misma mañana a mi abuela. El secreto de casi un siglo de recuerdos”.

Yo quiero creer que las frases de mis mañanas en el espejo del baño dedicadas a Susan fueron el secreto de que nuestra relación se mantuviese tanto tiempo. Y con tanto cariño y comprensión.
Yo creo que esos mensajes, que en muchas ocasiones eran contestados por Susan y que yo leía en la ducha nocturna, antes de cenar juntos primero ella y yo y después nosotros dos con nuestros dos hijos, fueron uno de los pilares de nuestra relación, porque esa comunicación cuidó y mantuvo la complicidad indispensable para prolongar nuestro amor hasta el día que ella decidió que ya había cumplido con su papel aquí, y decidió volar mucho más alto para desde allí enviarme mensajes escritos con nubes y con formas que yo se interpretar que crea con las luces amarillas, blancas  y azules del alba y los colores rojos, grises y verdes de los atardeceres.

Hoy día sigo escribiendo mensajes en el mismo espejo del mismo cuarto de baño, con la seguridad de que aquellos a quienes van dirigidos no pueden leerlos pero saben que su primera sonrisa de cada amanecer es gracias al vaho de mi espejo.

Y en algún caso muy concreto, y no desvelaré el secreto, ¡ tu primera sonrisa es mía !

P.D.: ¡ Se me olvidaba! El escrito en cursiva  fue utilizado por una Agencia especializada en Marketing Directo y Relacional, que es también mi propia especialidad, en sus inserciones para captar nuevos Clientes. Y esa Agencia no era la mía, era la de mi competencia. Yo copié la idea (ya dije antes que en comunicación copia lo que funciona) pero no para mi Agencia, si no para mi vida y para mi primera sonrisa de cada despertar.

2 comentarios:

  1. ¿Y después de remover tus muchos papeles has podido rebullirTE?
    Muy bonito, Paco, qué importante la primera sonrisa del día y qué gozada tener un espejo cómplice!!!

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  2. Gracias, amiga lectora!!!
    Lo que no puedo decirte ni conseguirás sonsacarme es de quién soy propietario de su primera sonrisa. Eso pertenece al mundo del secreto de mi espejo!!!

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