Ayer empecé a embalar.
Vendí mi piso de Barcelona porque me voy a vivir a la
montaña.
Todo el mundo opina que estoy loco, hasta mis hijos y por
supuesto mis hermanos, salvo algunas amigas que tal vez tiene la cabeza tan
fuera de sitio como yo.
Por eso son mis amigas. Por eso las quiero y las adoro.
Empecé por tirar infinidad de papeles de la Agencia
Publicidad que fundé en el 2001, y que el abogado me dijo conservase en mi
poder por aquello de que esa Hacienda que no es de todos sino sólo de ellos
pudiese reclamar vaya usted a saber qué.
Llené un contender de los que dice papel y cartón y que pone
a nuestra disposición el Ayuntamiento para que seamos nosotros los que
reciclemos a pesar de pagar IBI’s, basuras, y todos los impuestos habidos y por
haber porque otros nuevos se inventarán, y así no crear puestos de trabajo
porque al parecer no debe de hacer falta.
Entre los papeles que decidí que ya no hacían nada conmigo
estaban algo más de una docena de unas libretas de la marca Clairefontaine de 90 gr./m2 tipo velouté de tapas color
cartón marrón y páginas sin pautar, que son las que me gustan porque si quiero
escribir torcido pues escribo así sin la esclavitud del papel pautado que
quiere obligarte a escribir en la dirección y la pureza horizontal que sus
rayas indican, y a mí, por principios, no me da la real gana.
Pensé en conservarlos, porque ahí está escrita mi vida
profesional transformada en briefings, presupuestos, cálculos de gross-income,
budgets previstos, desviaciones presupuestarias y también comentarios de ánimo
que solía darme para soportar la dura vida del publicitario.
Sí, soy plenamente consciente de que he escrito la dura vida
del publicitario porque no es oro todo lo que reluce, y nunca mejor aplicado un
refrán.
Y cuando volvía a casa para seguir montando cajas con mis
enseres observé que un buscador de miserias metía su hierro fino y con forma de
gancho en el contendedor y que pinzada aparecía una de mis libretas con una
parte de mi vida.
Vi como el desterrado de entre los afortunados la ojeaba, y
de forma inmediata introducía sus sucias manos en el contender y extraía el
resto de las libretas con toda mi vida allí concentrada.
Y las miraba con cara beatífica.
Con mirada pausada y de deleite en la pupila y en la
expresión de su rostro ajado y sucio y moreno y mal rasurado.
Me acerqué y le dije apresurado que me esperase un momento,
que tenía una cosa para él, que enseguida regresaba. Corrí a casa y busqué una
novela para regalarle pues interés por la lectura mostraba al curiosear entre
mis libretas.
Bajé las escaleras al trote pues tal vez el mendigo ya
hubiese partido, pero ahí estaba, esperándome.
Le ofrecí la novela, rogándole que devolviese mis libretas
con mi vida allí escrita al contenedor para fuesen destruidas.
Me miró con una luz indefinible en su mirada y pausadamente
y en buen castellano me dijo que me guardase la novela, que él prefería leer mi
vida porque esa no era ficción si no realidad, y que él tenía interés en los
seres humanos y no en los de las novelas.
Y empezó a partir no sin antes introducir su gancho en los
otros contenedores que hay al lado del de papel y cartones que yo había
utilizado.
Decidí tirar la novela al contenedor mientras el partía con
su mirada en una de mis libretas y con sus ojos de nitidez sucia y
oscura me agradecía que le permitiese compartir mi vida con la suya a través de
la lectura de mis libretas.
Entonces me di cuenta de que sus manos no estaban sucias.
Estaban limpias como recién lavadas por agua bendita.
Y su mirada era dulce y agradecida.
Y su sonrisa era la de la felicidad del hombre bueno.
Y su caminar era pausado por la paz que emanaba.
Pues voy a decir una perogrullada como un piano, pero es por relativizar todo este proceso un poco, usted disculpe.
ResponderEliminarLos que hemos pasado por esto (y más de una vez y en muy distintas circunstancias) sabemos que es duro (aparte de un trabajo físico tremendo, eso está claro) y que vienen a la cabeza un montón de cosas. Pero también sabemos que al final resulta que da lo mismo que toda esa vida esté en cajas o no. Que las tires o no. Que si no las tiras, seguirán estando en otras cajas, en otra casa y ya está, en un tiempo otra vez olvidadas y te habrás "deshecho" de ellas de todas formas, porque después de un tiempo las cosas (literalemente, en este caso) vuelven a su sitio y vuelven a ser solo cosas. Y que si las tiras, pues lo mismo pero al revés, porque no te habrás deshecho de nada. Porque resulta que, y ahora viene la chorrada de las 6 y media de la tarde, tu vida NO está ahí. Tu vida está por todos tus poros y a veces te acompaña y a veces te pesa como una losa, pero no tiene nada que ver con el peso de las cajas.
Mi consejo, si se me permite: tira todo lo que puedas y menos tendrás que cargar y transportar. Tu vida no cambiará en nada por eso. Ah, y tu espalda y tu salud te lo agradecerán.
Ánimo!!!
Maribel
Creo que mi espada sí que agradecerá que me deshaga de las máximas cosas. Quiero conservar los libros, porque me acompañan siempre y acabo recurriendo a ellos siempre. Veremos cómo lo hago.
ResponderEliminarY respecto de que mida no está en las cajas sino en mi piel o en los poros de mi piel no puedo darte más que la razón, y ya sabes de mis obsesiones con la piel, con el tocar, que entiendo que es una forma de transmitir y dar cariño a los demás.
Efectivamente, sé de tus obsesiones con la piel.
ResponderEliminarMe encanta el arranque ese de "decidí tirar la novela al contenedor", es genial, aunque me quedo intranquila pensando qué novela tirarías...Es broma, ya sé que ese dato es totalmente irrelevante para la historia y que muuuuchas novelas merecen ser tiradas al contenedor...
Lo importante, mi querida amiga, es que aquel hombre sucio de manos y cuerpo, con ropas ajadas y ennegrecidas era limpio de alma y espíritu.
ResponderEliminarMenospreciamos a los que nuestra sociedad desestima, y posiblemente son los mejores seres humanos: decidieron algún día VIVIR y por ende AMAR, y nosotros los repudiamos porque no tienen casa, ni dinero ni pertenencias que mostrarnos.
Yo aspiro a ser nómada algún día, incluso a ser un indigente con alma de oro y corazón de esmeraldas!!!
Indigente no eres, aunque tiempo al tiempo, según algunas opiniones cualificadas...
ResponderEliminarTodo lo demás ya lo has conseguido!!!
También conseguiré esta.
ResponderEliminarEn mi escrito Quiero ser y no tener, ya doy pistas sobre ello.
Pero si te tengo a ti, a mi lado, sin posesiones que no deseo, será suficiente!!!
No creo que se me entienda como una declaración en toda regla. La gente, y los que me rodean aunque sean hermanos, amigos, hijos,... leen y entienden lo que quieren. Y además no me lee nadie, salvo tú y me encanta que tu seas mi única lectora.
ResponderEliminarAdemás, si me leen tampoco creo que entiendan en demasía mis escritos. Y para rematar, algún día el mundo sabrá que nos queremos y eso me parece fantástico. La ilusión, la alegría y el amor de los otro debe ser siempre una buena noticia, ¿no te parece?