Hace muchos, muchos años, tantos que los seres humanos se
ayudaban entre sí y parecía como que se querían y se respetaban, o sea que
fíjate cuantos años hace de eso, hubo una Señora Mariposa de las tierras de Madagascar,
que es una isla pero no lo parece porque es más grande que mi barrio que por
los olores parece un pueblo pero no lo es, que decidió tomarse unas merecidas
vacaciones después de ir de flor en flor recogiendo su polen para fertilizar
otras zonas que carecían de aromas y del color de las flores y así hacer de su
gran isla un jardín enorme.
Al tiempo cayó en la cuenta que estaba muy cansada de volar
y revolotear como al tuntún, que es como vuelan las mariposas que se precian de
serlo, y es por ello que decidió descansar y para ello decidió emprender un
viaje de recreo y escogió como destino el África Central.
Y parece que acertó, pues nada más iniciar su primera
excursión hete aquí que topó con un Señor Elefante precisamente autóctono de la
zona, esto es, del África Central, y tras juguetear un rato con él allá por las
zonas de su larga trompa cayó en la cuenta de que ambos dos se habían enamorado
locamente.
Las risas resonaban por todo el continente africano, y mira
que es grande África, y todos los animales, como el Rey León con su melena de
peluquería cara, la rápida pantera que imita al rayo de la tormenta veraniega,
la ágil gacela que da saltitos como si estuviese en el ballet del Liceo
barcelonés, la sibilina serpiente de lengua bífida que a veces cogen caminos
diferentes y le provoca dolor de paladar, el cornudo del rinoceronte que debe
andar sigiloso porque hombres que ya perdieron su noble esencia buscan su
cuerno para disfrutar de su polvo afrodisíaco, el bocazas del hipopótamos que a
cada bostezo se traga un millón de los mosquitos que son manjar del camaleón
antes de disfrazarse de lo que pilla para pasar desapercibido, el tigre que a
veces acaba en abrigo de mujeres que perdieron el sentido común y quieren
convertirse en felinos cuando no les toca, la cebra cuyo anhelo equivocado es
ser paso de peatones en la gran ciudad, el águila que para llevar la contraria
a Monterroso quiere ser mosca, la tortuga que se empecina en llegar una
milmillonésima de segundo antes que el talón de Aquiles y no lo consigue jamás,
y muchos otros animales que aquí sería imposible citar, se partían el pecho por
contagio de la risa de los dos enamorados, que parecían de Teruel, tonta ella y
tonto él.
Pero ocurrió que, como muchos ya sabemos, a la Señora
Mariposa de Madagascar se le ocurrió cosquillear en los pelos de la risa del
orificio de la gran trompa de su Señor Elefante, y de tanta risa descontrolada
él la aspiró y de golpe se la tragó.
Sabemos también que al cabo de un tiempo el Señor Elefante
del África Central estornudó y de su enorme soplido y del fuelle de su enorme
pecho miles y miles de maripositas pequeñitas por su trompa al exterior
salieron, y esas son las mariposas hijas de la Señora Mariposa de Madagascar
que hoy en día revolotean por nuestros prados e incluso alguna de ellas colorea
con sus alas pintadas de maravillosas tonalidades el gris de nuestras ciudades
de asfalto.
Pero un par de mariposas de hermosos tonos verdes y
hermanadas no sólo por su procedencia del mismo estornudo del paquidermo de la
gran nariz sino por afinidad de sus coloridas alas decidieron que además de
hacer el ganso con su revoloteo podían encontrar algún cobijo agradable,
acogedor y calentito, y adornar y por ende adornarse entre melenas y matas de
pelos capilares mimados y cuidados con esencias y jabones al estilo de la Reina
de Saba, muy amiga del Rey Salomón y citada en el “Cantar de los Cantares”,
libro por el que las mariposas tienen especial debilidad ya que su cantar es
mudo.
Y su lugar lo encontraron en los lóbulos de las orejitas de
una oriunda de la ciudad bien cercada por el río Duero por el Sur y al Norte
por la “peña tajada”.
Allí encontraron su hogar y lucen el verde reluciente de su
aleteo ya sin tuntún, porque como muchos nómadas en algún momento de su vida,
acabaron encontrando el deseado aposento.
Las mariposas de tus orejas.
Parte segunda.
(Esta segunda parte será narrada con las experiencias,
aventuras y desventuras de la propietaria de los lóbulos de oreja donde las
mariposas de alas verdes hijas del Señor Elefante del África Central y la
Señora Mariposa de Madagascar encontraron cobijo y la calidez del hogar que
esas lindas orejitas les ofrecieron).
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