martes, 3 de febrero de 2015

Muerte de una poeta.

 
Leo en La Vanguardia del 02.02.15 en su página 8 y bajo el titular que da nombre a este escrito que  Shaima al Sabag murió por el disparo de un policía del régimen egipcio porque participaba en una manifestación en memoria de las víctimas de Tahrir del 2011.
Murió por llevarles flores.
Islam Osama, fotógrafo, captó la imagen que muestra La Vanguardia, con Shamima ya con hilos de sangre en el rostro y machas rojas en su camisa, abrazada por Mustafá Abdelal, que la sostiene antes de que se derrumbe por que la vida se le escapa por el agujero de un disparo desalmado.
Después salió a la carrera con el objetivo de que no le requisaran la máquina fotográfica y así poder difundir la muerte de la poeta.

Shamina era militante de un pequeño partido de izquierdas, pero sobre todo y por encima de todo era poeta. No pertenecía al grupo denominado  “Hermanos Musulmanes", los grandes enemigos del régimen, pero no comulgaba con los que gobiernan Egipto, pero eso no tiene importancia, porque lo que era, a lo que pertenecía era a la sensibilidad de la poesía, porque ella era poeta. Nunca llevó ni utilizó las armas, sólo usaba y gozaba de las flores y de la palabra.
Por eso su muerte fue poética.

La foto es de las que te fija la vista y la vista se nubla y no sabes bien si es por rabia mal contenida o por un estremecimiento del espinazo del cuerpo.
La foto es sencilla, y por ello es impresionante. La foto es la muerte hecha poesía en la sangre de una mujer de Alejandría.

Ella, la poeta, aparece serena, recta, tal vez una leve muestra de dolor se escapa de su boca entreabierta, mantiene la cabeza inhiesta como queriendo mirar al frente muy a pesar de que sus ojos ya están a medio cerrar como cuando se apaga una vida, los brazos sobre los hombros del hombre que la abraza y éste descansa su cabeza en el vientre de la poeta como para encarcelar en el cuerpo de la mujer esa vida que desaparece, como si el desvalido fuese él y no ella, la mano izquierda, con las uñas pintadas de rojo y escondido el pulgar, está plácidamente extendida sobre la espalda del hombre que en su atribulación tensa los dedos de su mano izquierda clavándolos en la espalda de Shaima, la mano derecha de la poeta moribunda está recogida sobre sí misma y también sobre la espalda del que la quiere salvar y esa mano no muestra ningún síntoma de crispación, son las manos que escribían la poesía que brotaba de su alma, y por ello son dulces, finas, de dedos estrechos y ágiles, suaves y volátiles.
Dicen que su poesía era sin rima y además de una extrema sensibilidad contenían esperanza y mostraban los dolores de las alas de su alma de poeta.

La fotografía es de una templanza gélida que ni siquiera la tibieza de la sangre que se aprecia consigue agrietarla, la poeta es una virgen mártir plena de serenidad y sosiego, y Mustafá, quien la abraza, es la imagen de la desesperación silenciosa y cansada de la humanidad ante la barbarie que domina países, hombres y mujeres y creencias.
Es el desconsuelo del amor por la libertad allá donde se busca y no se encuentra.

Desdibujados se ven un policía armado y seis ciudadanos que caminan con absoluta normalidad mientras se produce el drama de la muerte de la poesía.

Muere, matan, a una poeta, y no por el tiro puntual, que también, sino por la barbarie política de algunas gentes que sólo aman el poder, y la poeta responde con la serenidad reconfortante del que da la vida por amar y por amor.

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