sábado, 21 de febrero de 2015

Una ranita muy bonita y un sapo que no era guapo.

 
Esto no ocurrió hace mucho tiempo,
por lo que para recordar lo que me contaron
y que ahora yo a vosotros os cuento,
no preciso en exceso de la memoria
y estoy seguro que os gustará mucho esta historia.

Había una vez un sapo que chapoteaba despistado, incluso como algo aturdido porque parecía entristecido, por los pantanos y las ciénagas, y se encontró con una rana ranita rana a la que así había que llamar porque la rana ranita rana cantaba de forma tan divina que los atardeceres se silenciaban para escucharla, y porque las letras de muchas canciones tienen estribillo que se suele repetir periódicamente.
Y por eso y de ahí, rana ranita rana.

No, no es así.
Fue al revés.
Y las cosas hay que explicarlas tal y como sucedieron.
Las cosas empiezan por el principio y acaban por el final.

Fue la rana ranita rana la que encontró al sapo que no era guapo.
Lo encontró porque los anfibios, para comunicarse, disponen de sistemas de comunicación muy avanzados, como por ejemplo inflando los carillos o también intensificando sus colores para llamarse entre ellos, o despidiendo olores especiales que cambian según lo que se quieren decir, y en el caso de las ranas disponen de un oído finísimo para encontrar a los sapos, incluso a los que no son guapos.
En resumen, tienen sistemas mucho más potentes que los humanos que antes lo hacíamos cara o cara, o por teléfono y correo postal, y ahora ni nos vemos porque lo hacemos por internet, e-mail, y otras cosas modernas y raras como guasap, yutub, gugel, tuiter, viber,… y sólo vemos pantallas en la que escribimos cosas que otros leen y así nos comunicamos y, sin embargo, las ranas y los sapos ya habéis visto la cantidad y la calidad de instrumentos personales de que disfrutan para comunicarse entre ellos sin necesidad de máquinas impersonales, que llegan hasta a disfrazar, esconder, engañar y confundir sobre los sentimientos y las cosas que se quieren decir.

Es así como comenzó esta historia. Ahora sí estamos empezando por el principio.

Pues ocurrió un día que la rana ranita rana sintió un deseo enorme de comunicarse con algún sapo, pero buscaba un sapo que fuese diferente a otros que ya había conocido porque para más de lo mismo no hacía falta hacer nada, porque sapos ya aparecían en su charca, y para buscar a un sapo diferente se puso a croar cantares al llegar el atardecer que es la hora en que llega también la tranquilidad después del ajetreo del día, y coincidió que el sapo que no era guapo hacía tiempo que al llegar la puesta del sol, y estando él en su pantano, le abordaba una tristeza y una nostalgia abrumadoras, y al oír ese croar divino de alguien que seguro que era de su misma especie se quedó extasiado, inmóvil, como anestesiado, paralizado.

Así que ambos, la rana ranita rana y el sapo que no era guapo, apostaron la una por cantar más alto que nunca para ser oída por un mayor número de anfibios y el sapo que no era guapo decidió estar muy atento para ver si lograba identificar de qué charca procedía aquel maravilloso croar que lo tenía cautivado.

¡ Y lo lograron !

Resultó que la rana ranita rana olió los aromas y perfumes que despedía el sapo que no era guapo, y el sapo que no era guapo oyó el divino cantar que seducido le tenía, y le pareció detectar que la charca que habitaba la rana ranita rana no estaba cercana a la suya pero tampoco muy lejana.

La rana ranita rana cantó con toda su fuerza hinchando al máximo sus pulmones, y le contó al sapo que no era guapo dónde vivía y qué hacía, y el sapo que no era guapo con las esencias que despedía de su cuerpo otras cosas le explicó.

¿Y sabéis qué descubrieron?
¡ Pues que eran especiales y diferentes a casi todos los de su especie !

Las diferencias eran evidentes, pero como que cada uno estaba en su charca y no se veían, pues era difícil que lo averiguasen, y para ello tenían dos posibilidades: o se conocían personalmente, o bien se lo contaban en esos atardeceres en los que se comunicaban.
Y esta segunda opción es la que decidieron: se contaron infinidad de cosas en sus largas conversaciones que duraban hasta casi cuando llega la oscuridad y empieza a reinar el silencio de la noche.

La rana ranita rana le explicó al sapo que no era guapo que era una rana, o sea, una hembra, y el sapo que no era guapo se emocionó tanto que estuvo toda la noche sin atrapar un solo mosquito, por lo que se quedo sin cenar.

Os preguntaréis qué que hay de excepcional en ello, en que la rana ranita rana explicase que era una hembra.
¡Pues muy fácil! Bueno, para ser justos, muy difícil.
Os lo explico: en el  mundo de las ranas y de los sapos los que croan son los sapos, los machos, y las ranas, las hembras, son casi siempre, salvo raras excepciones, completamente mudas.

Por tanto, el sapo que no era guapo estaba ante una rana que croaba cantos maravillosos que a él y a otros muchos embelesaban, porque recordad que en muchos atardeceres se hacía el silencio en todas las charcas de los alrededores porque el mundo animal entero se deleitaba con aquellos dulces cantares.

De la emoción el sapo que no era guapo se había quedado casi tan mudo como las hembras de su especie, así que la rana ranita rana tuvo casi que exigirle que le correspondiese, que le contase alguna cosa sobre sí mismo.

El sapo que no era guapo dudó si explicar lo que quería explicarle, porque pensaba que si ella era tan diferente él jamás podría igualar la singularidad de la rana ranita rana.
Pero infló todo lo que pudo su pecho y emitió un fuerte olor que poco tardó en llegar a la charca en la que sobre un nenúfar cantaba la rana ranita rana.

¡Y la hembra de anfibio casi enloquece de la alegría cuando conoció, a través del olor que a ella le llegó, el mensaje del sapo que no era guapo!

¿Qué cuál era el mensaje?

Pues que el sapo que no era guapo le estaba diciendo que él también era especial porque a diferencia de los machos de su especie, él… ¡no tenía verrugas en su cuerpo!

Pensad que casi todos los sapos tienen el cuerpo lleno de unas verrugas gordotas, y además las lucen convencidos de que eso les da personalidad y categoría, pero el sapo que no era guapo carecía de ellas. Tenía otras virtudes, pero no verrugas.

Esperó ansioso el nuevo cantar de la rana ranita rana, y al poco tiempo le llegó el mensaje de que estaba entusiasmada y que por favor croase alto y potente para que ella escuchase su voz de sapo diferente, porque eso era lo que desde un primer momento estaba buscando, porque para más de lo mismo no hacía falta hacer nada, ni conocer más sapos, pues como era normal en su charca ya había muchos, pero todos iguales igualitos.

Entonces el sapo que no era guapo croó con todas sus fuerzas, que no eran muchas en aquel momento porque estaba nervioso, y si ya chapoteaba por su charca desde hacía un tiempo como despistado, aturdido, como entristecido, ahora la ilusión lo desbordaba y temía que su croar no estuviese acorde con el esperado por la rana ranita rana.

¡Pero la rana ranita rana cantó de forma angelical, divina, y le dijo en su cantar que debían conocerse en algún momento, no sabía cuándo ni dónde, porque si aquello estaba pasando y era realmente realidad, algo quería decir y aquello así no podía quedar!

Se despidieron, los dos muy contentos y felices, porque la noche ya dominaba el cielo, el sapo estaba muerto de hambre porque no había cenado, y los dos debían descansar porque al día siguiente había que trabajar.
Y se emplazaron a seguir con sus conversaciones al siguiente anochecer, cuando se retira el sol y no ha llegado todavía la noche y se ve luz difusa en la línea del horizonte.

Durante la noche el sapo que no era guapo no podía conciliar el sueño de lo nervioso que estaba, y daba vueltas en su acomodo bajo tierra pensando las muchas muchas muchas horas que quedaban para que desapareciese la noche, despertara el sol, iniciará su camino de este a oeste para volver a descansar y dar paso a su amiga la luna, y entonces sí, entonces otra vez podría dialogar con su nueva amiga la rana ranita rana.
¿O no?
¿Y si la rana ranita rana no volvía a cantar y nunca más sabía de ella?
Pero enseguida desestimaba esta idea, porque le había parecido que la rana ranita rana era sincera, y si le había dicho que estaba ilusionada por haber contactado con él, pues no iba a ser mentira.
Y mientras todo eso y muchas cosas más cavilaba, finalmente se durmió.

La rana ranita rana, por su parte, decidió quedarse a dormir en el nenúfar en el que se mecía en su charca, porque ese rítmico movimiento pensó que le ayudaría a tranquilizar su espíritu exaltado por su conversación con el sapo que no era guapo, pero… ¡tampoco conseguía dormirse!
Estaba inquieta, nerviosa, feliz pero intranquila, con las ideas de su cabeza algo desordenadas, y si hubiera podido, para calmar sus nervios, se hubiese mordido las uñas, pero como que las ranas no tienen uñas ni tampoco dientes, pues se chupaba con fruición y empeño los dedos de sus manos, pero ni así conseguía dormirse.
Además, a acusa de la excitación que tenía le picaban las piernas y no podía resistirse a rascárselas. Eso le calmaba un poco los picores, pero entonces le asaltaban rampas en esas patitas largas que tienen las ranas para dar grandes saltos, y tenía que estirarlas continuamente para que las rampas desapareciesen.
Y de repente, se dio cuenta de que las estrellas estaban difuminándose y que una tenue claridad asomaba por todo el manto celestial.
¡No había podido dormir en toda la noche!

Pasó el día, que tanto a la rana ranita rana como al sapo que no era guapo se les hizo largísimo, eterno, y cuando ya quedaba poco tiempo para que el atardecer asomase, los dos, desde sus respectivas charcas, intentaron calmar su espíritu porque ambos cayeron en la cuenta de que el corazón se les salía del cuerpo, vamos, como decimos los humanos habitualmente, el corazón se les escapaba por la boca.
¡Tal era el estado de nervios y de ilusión que ambos tenían por volver a encontrarse y retomar su diálogo lejano!

Ya oscurecía, y el sapo que no era guapo hacía ejercicios de respiración para ventilar su cuerpo y así poder enviar olores agradables a la rana ranita rana, y mientras pensaba si hacer volar en la dirección que ya sabía un croar poderoso para llamar la atención de forma más urgente, en ese mismo momento la brisa le regaló unos cantares ligeros y llenos de risas y sonrisas, y no tuvo ninguna duda de que la rana ranita rana allí estaba para hablar con él.

A la rana ranita rana le llegó toda la comunicación del sapo que no era guapo de golpe, perfumados olores de macho y un croar que le decía que seguía muerto de hambre porque todo el día  en ella había estado pensando, y hasta de cazar mosquitos para alimentarse y también vigilar su territorio se había olvidado, y eso le dio tanta tanta tanta alegría, que ni se acordó de rampas y picores, y con sus extremidades saltó del nenúfar al agua y de allí a una brizna de hierba y de allí de nuevo a otras hojas flotantes de su pantano.

Y hablaron de todo lo que se les ocurría.
Y ambos se rieron mucho y de muchas cosas, y de repente se rieron a anca suelta, que es típico de los sapos y las ranas, porque se apercibieron de que sus acentos eran los propios de cada una de sus ciénagas, y se les notaba en muchos momentos, como cuando la rana ranita rana empezaba a convertir las ges en jotas, o decía que estaba encantada de los nervios o que en su casa no se podía ni rebullir, y el sapo que no era guapo le decía que cualquier día de esos venía a conocerla, o que empezaba a echar a faltar mosquitos en su barriga, o que en su casa encendía la televisión y la luz, o…

¡Y era normal!
Porque la rana ranita rana solía hablar en su zona muchas veces en alemán y el sapo que no era guapo en su pantano hablaba en polaco, y eso contagia en muchas ocasiones el idioma común, que es en el que charlaban y que como es normal era el idioma anfibio.

Durante muchos atardeceres y muchas noches estas conversaciones se repitieron, y le cogieron tanta afición y les daba tanta alegría que se buscaban muchos días en otros momentos: por la mañana, a primera hora, para darse los buenos días, en la comida para desearse buen apetito, por la tarde para comentar los avatares del día, a la hora de la cena para conocer que iba a comer cada uno de ellos, antes de dormir para desearse un feliz descanso,…

Hasta que un buen día, de nuevo la rana ranita rana cogió la iniciativa: ¡le dijo al sapo que no era guapo que iba a emprender viaje hasta la charca que él habitaba, pues había llegado el momento de conocerse!

Y así lo hizo.
Nadó, chapoteó, buceó, saltó, se impulsó con sus patitas saltarinas… con el objetivo de llegar cuanto antes al pantano del sapo que no era guapo, porque tenía muchísimas ganas de conocerlo en persona.

Y por fin, llegó.
¡Y cuál fue su sorpresa cuando descubrió que toda la charca del sapo que no era guapo estaba adornada para ella de flores amarillas, sus preferidas, como rosas mosqueta, narcisos, girasoles, crisantemos, tulipanes, claveles,…

Y antes casi de presentarse, el sapo que no era guapo empezó a hacer “sapilladas”, porque aunque era ya un sapo maduro en muchas ocasiones gustaba de hacer disparates, al estilo de los chiquillos que hacen chiquilladas.
Y la primera fue acercarse a la rana ranita rana y plantarle un beso de cocodrilo a modo de bienvenida y como para sellar su recién nacida amistad.
Para los que no lo sepáis, el beso del cocodrilo es un beso de frente y a ciegas, como suelen hacer las personas, y eso a causa de que los cocodrilos tienen el morro largo y los ojos a los lados, por lo que darse un beso de lado les resulta como muy complicado.

Tras la sorpresa inicial que el sapo que no era guapo percibió en la carita de la rana ranita rana, inmediatamente le pareció detectar un cierto rubor y un ligerísimo temblor en todo su cuerpo, por lo que decidió continuar con sus “sapilladas” y la cubrió con todo tipo de besos, como besos tímidos, que son afectuosos y que a veces provocan mareos en quien los da, besos con superpoderes, que son los que hacen sonreír, consiguen encender las mejillas, incluso en ocasiones detienen el tiempo del que los da y del que los recibe, besos delicados, que son como el roce de un pétalo de flor en los labios, y también besos más intensos, como los besos rusos, que se guardan unos dentro de otros.

Tras este caluroso recibimiento, el sapo que no era guapo acomodó a la rana ranita rana en su hogar, y para que descansase y se repusiese del largo viaje que había realizado la invitó a cenar en un restaurante que él conocía, y que tenía la curiosa característica de que se cenaba en la propia cocina del restaurante, lo cual permite observar la limpieza con la que se tratan los alimentos y los utensilios para cocinarlos, así como las habilidades de los cocineros y los pinches en la cocción de los mismos.
Y allí hablaron largo y tendido la rana ranita rana y el sapo que no era guapo, y se explicaron cosas buenas que la vida les había deparado y otras no tan buenas, y así empezaron a construir lo que debía convertirse en una gran amistad y en un gran amor entre los dos.

Cuando finalizaron la cena y la rana ranita rana se había repuesto de su esfuerzo viajero, y el sapo que no era guapo recuperó las fuerzas perdidas en esas noches sin cazar mosquitos por causa de su ensimismamiento en el cante que de lejos le llegaba, decidieron retirarse a descansar para así poder levantarse pronto y visitar todo el pantano que el sapo que no era guapo habitaba.
¡Y, después, bajo el manto oscuro de un cielo sólo manchado de luna y salpicado de estrellas descubrieron que aún siendo animales de sangre fría sus cuerpos esa noche se arrebataron de pasión y su sangre fue de ardiente fuego!

Durante dos días visitaron la charca del sapo que no era guapo, siempre muy juntitos, cogidos de las manitas, dejando escapar de vez en cuando besos cómplices porque se buscaban y piratas en ocasiones porque se los robaban, pero parece que los que los vieron pasear dicen que lo que se dice visitar la charca, visitar de verdad, no lo hicieron, porque se dedicaron a visitarse a sí mismos y sus sentimientos.
Y también todos coinciden en que lo que mostraron es lo que fueron: ¡felices, muy felices!

El sapo que no era guapo, cuando ella tuvo que partir, se quedó en su pantano tan contento y enamorado que olvidó que ellos no dan saltos como las ranas, porque sus extremidades inferiores no están preparadas para ello, sino para desplazarse como caminando, y de un salto ilusionado cayó de espaldas y se partió el espinazo, pero no se enfadó porque cuando se está enamorado todo lo demás lo dejas de lado.

La rana ranita rana regresó a la zonas húmedas que habitaba con la promesa del sapo que no era guapo, pero que a ella ya le parecía lindo, de que le devolvería la visita en cuanto le fuese posible, porque el sapo que no era guapo así se lo prometió a la rana ranita rana, y más ahora que ya sabía, porque lo había comprobado, que no sólo era una rana ranita rana sino que en ella se escondía… ¡una maravillosa y preciosa princesa!

¡Y así fue!
El sapo que no era guapo pero algo lindo ahora visitó a la rana ranita rana que era una preciosa princesa, y dicen los que los vieron que cuando visitaban la charca de ella tampoco observaban mucho porque sus miradas seguían siendo la de él para ella y la de ella para él.
Y cuando descansaban, comprobaron que el milagro ya vivido no había desaparecido, porque sus cuerpos de sangre fría, cuando estaban juntos, eran del color y el calor del hierro líquido, que es hierro incandescente.
Y las visitas a las respectivas charcas se repitieron, y se cruzaron obsequios y regalos, y se amaron y se quisieron y se mimaron en la lejanía y en la cercanía, y utilizaron sus muchos medios de comunicación para estar en permanente contacto, y se felicitaron y se riñeron con cariño cuando la ocasión lo requería, y disfrutaron y rieron en las ocasiones felices que fueron las más, y compartieron alegrías y preocupaciones, y se consolaron en las penas que fueron las menos,…

Y si antes empezábamos por el principio,
que como dijimos es por donde hay que empezar los cuentos y las historias,
ahora sería el momento del colorín colorado porque este cuento se ha acabado,
pero resulta que no va a ser así,
porque esta historia de la rana ranita rana y el sapo que no era guapo no ha finalizado, porque esta historia es verdad y no es un cuento y, además, no ha terminado.

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