sábado, 28 de febrero de 2015

Carta (muy) póstuma a Antonio Jordán.

 
Corría el cuarto trimestre del año 1987 y yo quería dejar el Departamento de Promoción y Publicidad de Caixa de Barcelona, donde trabajaba desde un sábado de Santa Lucía de 1975.
Estaba cansado de hacer lo mismo, campañas de Marketing Directo para productos y servicios típicos de una Caja de Ahorros de aquellos tiempos.
Y surgió la oportunidad de pedir una excedencia, una especie de permiso para probar fortuna en otros trabajos y lugares con la espaldas cubiertas porque si fracasabas o la suerte no me sonreía profesionalmente tenía la garantía de regresar a la Institución (no al mismo trabajo que dejaba, pero sí a la empresa).

Una vez superadas todas las primeras guillotinas para acceder al puesto que me ofrecían, Director de Cuentas en la Oficina de Barcelona para crear y desarrollar la Agencia de Marketing Directo, el último trámite (más bien examen) fue entrevistarme en Madrid con el Presidente de la multinacional americana de la comunicación que a través de su Director en Madrid, Jean-Pierre Simon (D.G. de B&B Direct), pretendía mis servicios.
Almorzamos los tres, Jean-Pierre, Antonio Jordán y yo mismo en un Restaurante gallego cercano a la Agencia que entonces se ubicaba en Avenida del Brasil, número 6.

Regresé a Barcelona en el Puente Aéreo esa misma tarde de aquel sábado (siempre sábado) de diciembre de 1987 moderadamente satisfecho. Consideraba que la entrevista-almuerzo había sido suficientemente satisfactoria y que las posibilidades de incorporare eran altas.

Al cabo de unos días Jean-Pierre contactó telefónicamente conmigo para comunicarme que A. Jordán, el Presidente, deseaba verme de nuevo, pero en esa ocasión a solas y en su despacho en la Agencia.
Yo le comenté que por mi parte no había ningún problema, y a los días celebramos ese segundo encuentro.
Antonio Jordán y Jordán fue claro, directo, expeditivo: consideraba que yo no era el hombre que estaban buscando, porque “no era carne de Agencia”, pero que, me dijo, Jean-Pierre opinaba lo contrario y me quería a mí al frente del nuevo negocio en Barcelona. Y que él, en su calidad de máximo ejecutivo de la multinacional practicaba la delegación, y que por eso si el belga insistía yo podría incorporarme si es que ese era mi deseo después de escuchar su parecer. Antonio, por si no me había quedado claro, remató su opinión diciéndome que fracasaría porque mi formación durante once años en una clásica Caja de Ahorros catalana (él era catalán, pero madrileño de adopción y casi de devoción) me condicionaría en el caos propio de una Agencia de Publicidad.

Me incorporé el 15 de febrero, lunes, de 1988 tras serme concedida una excedencia de cinco años en Caixa de Barcelona (y a la que ya nunca regresé).

Al cabo de unos años, creo que unos cuatro años, Antonio se jubiló, enfermó y poco después murió.
Pero antes de fallecer, cuando yo ya era el Director General de todo el negocio en Catalunya, tuvo el detalle de viajar a Barcelona, invitarme a comer mano a mano y decirme, él que era uno de los grandes de la historia de la publicidad en España, que cuando me dijo que yo no servía para una Agencia de Publicidad se había equivocado y que ojalá en DMB&B hubiesen unos cuantos pacosriera para seguir haciendo crecer y prosperar el negocio. Y me felicitó con un abrazo lleno de vinos y güisquis, abrazo emotivo, entrañable.
Reconozco que me emocioné, y así se lo dije, y también le dije que ese gesto que había tenido conmigo no hacía más que confirmarme su enorme categoría humana, porque qué necesidad tenía de hacerme aquella confesión a mí que no era (ni fui jamás) nadie comparable con él en ese fantástico negocio que se llama Publicidad.

Pienso esto hoy no sé por qué, hoy que es sábado en la Cerdanya y creo que también en otros lugares, y he recordado un consejo que me dio poco después de incorporarme a la Agencia, y cuando pienso que ya empezaba a creer en mí.

Esto (más o menos) me dijo:
“Trabaja mucho primero y diviértete mucho después. Las grandes ideas llegarán cuando estés relajado. Pero ni antes ni después te esfuerces en conseguir nada por obligación: hazlo todo por ilusión y los problemas más difíciles se convertirán en divertidos juegos. Esfuérzate, pero no te fuerces ni te estreses ni te dejes presionar: la creatividad siempre llega del brazo de la libertad. Crear no es tanto focalizarse como abrir el foco”.

Siempre intenté hacerle caso, unas veces con fortuna y otras sin ella (sobre todo con la presión externa e interna), pero el monstruo de la publicidad que él era me ayudó a conseguir algunos éxitos y no vanagloriarme de ellos, así como a soportar fracasos sin necesidad de martirizarme ni abandonar el oficio.

Gracias, Antonio, por tu humanidad y tu sabiduría, pero sobre todo por tu humildad y por tus extraordinarias lecciones que siempre he tenido presentes y que tanto me han ayudado en mi desarrollo personal y profesional.

Gracias, de corazón, Presidente.

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