viernes, 30 de septiembre de 2016

Crónica (y III rajoniana) de El Grito de la Lechuza.

 
De nuevo me convoca la Lechuza después de seguir inspeccionando los medios, y me ruega encarecidamente que os haga llegar partes (no la totalidad) del artículo de opinión de Gregorio Morán (Sabatinas intempestivas) del pasado sábado 24 de septiembre de 2016.

Bajo el título de “El país más corrupto de Europa”, Morán escribe cosas como las que siguen:

“Sorprender no sorprende, pero llama la atención que seamos el país más corrupto de Europa occidental.
(…) lo más llamativo es que nadie se haga la pregunta en voz alta, y que nuestros talentos mediáticos no se hayan detenido a pensar a qué se debe.
(…)Aquí se viene abajo cualquier patriotismo aldeano. El parecido entre un delincuente económico catalán y otro madrileño, o asturiano, o gallego, es absoluto. Hago una excepción para el caso valenciano, porque cabe reconocer que ahí se han alcanzado cotas de imaginación y desparpajo que asombran incluso a los que creíamos no sorprendernos ya de nada.
(…) No engañen. Superamos a los italianos y no por un asunto de “finezza”, como les gusta decir a los cursis, sino porque nuestra corrupción al conjunto social, desde la banca convertida en una organización de timadores –eso fueron las preferentes- hasta la policía -¿se imaginan a un jefe de inspectores grabando una conversación con su superior máximo? Pues lo hemos vivido.
(…) La organización “Manos Limpias” estaba formada por un puñado de delincuentes, de la extrema derecha, y yo conocí a uno, un tal Bernard, allá por los primeros años de la transición, que trabajaba de sicario político y económico de Blas Piñar, en Fuerza Nueva. Lo escribí. Nadie dijo nada, nadie se acordaba de nada, como si se tratara de otra persona.
(…) en España no hay extrema derecha con peso político, al menos de momento, en ninguna parte de Madrid a Barcelona, de Valencia a A Coruña. Y no la hay por algo tan obvio como que está en el poder. Buena parte de las leyes de la bendita transición fueron redactadas para proteger a los delincuentes, de ahí el interés en el garantismo. Un garantismo jurídico elaborado por los grandes bufetes para crear la cortina impenetrable que hace imposible que los estafadores, sus clientes, vayan a la cárcel.
(…) La transición diseñó una legislación para delincuentes; fue uno de sus éxitos mas silenciados. Te daban el caramelo de la urna y al tiempo te concedían el derecho a militar en un partido que olía a pescado podrido. Baste como ejemplo el reciente fallecimiento de Joaquín Rivero, el opara negra del ladrillo, de la ganadería de Jerez de la Frontera. Societario de del Club de los Constructores Medio Muertos, pero forrados: Luis Portillo, Jové, Fernando Martín, Rafael Santamaría, Díaz de Mera, el “Pocero” o Bautista Soler. Una sociedad que los plumillas denominan “los señores del ladrillo”. ¡Un respeto!

Y acaba la Lechuza con sus conclusiones respecto de las elecciones gallegas y vascas.

Me dice simplemente que las vascas han sido lo esperado, es decir, un Urkullu al estilo Duran i Lleida, o sea, soy pero no, pero a veces sí, y otras tal vez, y después ya veremos, y depende de si federal o confederal, y la sopa de cebolla me gusta pero a veces sin pan y otras con pan pero tostadito ligeramente.

Y de las gallegas me dice que intenta explicárselas en clave  minifundista.
Quiere esto decir que el gallego, que no sabe si sube o baja la escalera, si va o viene, si fuma o está empezando a dejar de fumar, piensa en clave refranero español, y lo que tiene en su cabeza es “Virgencita, virgencita, que me quede como estoy”, o lo que es lo mismo, “Sorna con gusto no pica”, o “Más leña al mono”, o bien, y acaba la Lechuza, “No te gusta la sopa, pues aquí tienes dos platos”.

Hasta la próxima Crónica y “Salut i força el canut”, que para algo este cronista es catalán.

No hay comentarios:

Publicar un comentario