Hace un par de días una amiga me envió una reflexión en
donde me pedía que no la llamase hasta dejar pasar un par de días, porque
deseaba repensar tranquilamente sus palabras –pensamientos- escritas y a mí
dirigidas.
¡Qué enorme lección!
Dejar reposar lo escrito para revisarlo y comprobar la
corrección de lo manifestado por escrito.
Porque la comunicación hoy en día peca de instantaneidad e
inmoviliza vía el móvil, cuando en realidad el lenguaje requiere tiempo de
reflexión y, por supuesto, continuidad.
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