Hoy leía noticias en algún sitio de un escritor y me trae a
la memoria algo que creo ya escribí pero que volveré a escribir porque revisar
lo que yo mismo escribí me da una bronca monumental porque es (como) leerle a
mí mismo y entonces me doy cuenta de lo mal que lo hago y me deprimo y debería
meterme en la cama porque me siento triste, algo borrico y bastante estúpido,
pero no me meto (en la cama) porque si lo hago entonces creo que pierdo el
tiempo y el tiempo es importante o me lo parece a veces o a ratos y sólo a
veces (y sólo ratos) y acabo hecho un lío como el que estoy organiz(á)ndo(me)
ahora mismito.
Bueno, lo que quería decir es que si me repito pues me la
sopla un pito, porque lo importante es lo que digo ahora y no lo que dije
cuando lo dije (y si es que lo dije).
Ese escritor decía buscar desconocidos amarillos, perlas y
diamantes.
Yo sin darme cuenta porque no me doy cuenta de casi nada no
lo busco, es que se me aparecen.
Los desconocidos son amarillos que cambian (si te dejas, si
eres receptivo, si estás por querer a los demás) tu vida porque te aportan
bondad y te enseñan muchas cosas que a lo mejor ya las sabes pero que en el
tráfico y el traficar diario se te olvidan. A esos amarillos te los puedes
encontrar un día cualquiera porque son esporádicos pero necesarios para el día
a día.
Las perlas son más continuadas y acostumbran a ser una
docena de personas que te encuentras al año y que de repente se hacen
importantes en tu propia vida porque se te hacen como imprescindibles porque a
lo mejor hasta lo son.
Y los diamantes son sólo tres y cuesta encontrarlos casi
toda una vida (¿sólo tres, Paquito? Tres son muchos, amigo) personas que han
sido puestas en el mundo para que en los momentos complicados te ayuden en lo
que falta te haga.
Pues yo creo que soy un tipo con suerte.
La vida me dio un brillante, que no es amarillo ni perla ni
diamante, es más que más porque es brillante y durante casi cuarenta años lució (y lo sigue
haciendo pero en otras latitudes) y como que lo encasté en una sortija para que
se anudara a mi dedo me ofreció dos piedras preciosas con los colores del rubí
y de la esmeralda que ya lucía mi mamá en los anillos de los nacimientos que
con mi padre ahijaron.
Perlas la vida me las concedió y concede sin condición y
adoptan forma de hermanos y hermanas y amigas y amigos y compañeras y
compañeros y muchos otros que transitan por las calles y aunque
desconocidos algún día serán amarillos se ofrecerán para acompañar mi vida.
Y un diamante ya apareció y en gran amiga se convirtió.
Soy un tipo con suerte (no tengan ninguna duda) !!!
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