jueves, 11 de abril de 2013

La Pajarita de Papel (Capítulo 2)

 
Las actuaciones eran simples y sencillas y su duración total no excedía de los cincuenta minutos porque a continuación se daba paso al Baile popular, con participación de todos los asistentes al entoldado y de una banda de música contratada para la ocasión, que era el principal y último evento de la noche de la Fiesta Mayor y no finalizaba hasta que los bailarines iban abandonando la actividad por cansancio o por ganas de recogerse y descansar.

Actuaban y por este orden un teatrillo de polichinelas con escobas para zumbar al rival y con historias sencillas y lineales que permitían rápida comprensión para todo tipo de público y edades, un trío de payasos con zapatones grandes y de colores vivos y narices prominentes y redondas y rojas, y cabellos panocha despeinados y enredados y tirantes de colores y calzones de bombacho y a media tibia y coloretes blancos en las mejillas, unos cuantos enanos acondroplásicos que ejecutaban piruetas en la pista, un espectacular tragafuegos que excitaba y sobresaltaba a los más jóvenes con sus bocanadas de llamas, unos gitanos acróbatas sin más elementos que sus entrenadas y potentes extremidades, un actor especializado en sombras chinescas y un mago con dedicación exclusiva a sus manos y a unas tijeras para ejercitar el arte de la papiroflexia.

El espectáculo del mago finalizó con la creación de una pajarita de papel doblado que introdujo en su sombrero negro de copa tras mostrar a todos los espectadores que en el interior no había nada. El papirofléxico se colocó inmediatamente el sombrero en su cabeza, hizo volar sus manos a modo de encantamiento y se descubrió la testa para que surgiesen del interior del sombrero varias decenas de pajaritas de papel de los más variados colores que se esparcieron por el escenario y las primeras filas de sillas del entoldado ante la mirada pasmada y el gesto boquiabierto de los chiquillos y chiquillas que allí se ubicaban.

Mientras el mago saludaba con el torso inclinado y los brazos abiertos a su auditorio y recogía de él las palmas y ovaciones, el padre de una cría de no más de media docena de añitos recogía del suelo y junto a sus pies una de las pajaritas, blanca de color, que hasta ellos había volado y se la entregaba a la niña, que la recibió con una sonrisa de mermelada dulce y ojos redondos de melocotón para acunarla en las palmas de sus manitas que recogió en su pecho justo debajo de su barbilla.

¡ Y la música comenzó en el entoldado de la Fiesta Mayor mientras con diligencia y premura se retiraban la mayoría de las sillas para que las parejas de baile empezasen a dominar la escena !
 
(continuará)

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