sábado, 20 de abril de 2013

La Pajarita de Papel (Capítulo 3)

 
Después de corretear y brincar un rato por el escenario la niña, su pajarita de papel y sus padres decidieron dar la fiesta por terminada y regresar a casa para descansar ante la nueva semana de trabajo y escuela que a cada uno le correspondía.
La chiquilla se acostó con la pajarita de papel entre sus manitas, pero su padre la colocó junto a la almohada, en posición de costado y ambas encaradas para que gozasen de la placidez del descanso nocturno y para que durante el sueño la pajarita del mago le narrase historias y cuentos hermosísimos que como ave de ilusionista había podido conocer en los muchos  escenarios y en las muchas poblaciones y países que había recorrido.

Y así fue.

Cuando por la mañana la niña despertó sonreía como la miel y su carita era toda ella una golosina.

Recordaba con los ojos muy abiertos que había visto el mar del color de la esmeralda y la consistencia de la gelatina, las nubes eran como hilos de algodón y cuajarones del color de la cereza, de los árboles colgaban finísimas láminas del translúcido del diamante y del intenso ambarino de la naranja y no eran de la lluvia sino del rocío de la mañana, los picos de las montañas estaban coronados por un gorrito del azul de la turquesa y las faldas formaban pliegues del verde de la hierba fresca y perlada, el sol era de plata y se licuaba como el mercurio para desparramarse por la línea del horizonte y la luna mostraba el color ocre pardo del cobre y a ella le cucaba con uno de sus ojos.

Ella vestía camiseta de cristal y pantaloncitos de minúsculas perlas negras y sus zapatitos eran de coral y con adorno regordete antes de la puntera como un higo morado que se abría y cerraba como una flor de primavera, y en su cabellera lucía una diadema con un hermoso clavel de la ruta de la seda.

En el desierto la arena de las dunas era de múltiples colores, unos vivos y chillones y otros mates y sombríos, pero todos bellísimos, y cuando el viento la arena zarandeaba ésta se mezclaba con risas y cuchicheos divertidos para después abandonarse al descanso como un arco iris sosegado.
La nieve que caía sobre las playas era de azul índigo y cuando descansaba sobre las olas del mar las cabritas que viajaban hasta el rompeolas amarilleaban y aparecían pollitos recién nacidos a caballo de las cabritas y piulaban con sus picos muy abiertos y encrespados y algo estridentes.

En algún lugar los pingüinos largas melenas en la cabeza se dejaban y correteaban con la agilidad de los felinos, los loros cantaban con acordes de canario, los leones rugían con el sonido del ulular del mochuelo, el águila saltaba de nube en nube como un canguro, el ornitorrinco volaba como la paloma, el mico hacía más bulto que el mamut, el perro maullaba y los gatos, todos con botas, ladraban.

Y en el sueño de la niña de la Pajarita de Papel todo era belleza y armonía y nadie se preguntaba por qué.

(Continuará)

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