Mi hermana se fue a Boston a visitar a su hija que cursa
allí un master.
Su hija le comentó que tenía una amiga que tenía un perro y
que además su perro tenía una novia perrita en su barrio.
El perro de la amiga de la hija de mi hermana se llama Paco
porque a su novio le hace gracia el nombre de Paco. Sabrá él qué es lo que le
hace gracia de Paco, porque Pancho y Curro pueden hacer algo de gracia, pero
Paco no se dónde tiene la gracia.
La perrita de la que parece que Paco se ha enamorado se
llama Pía.
No se si el asunto es graciosos o incestuoso.
Yo me llamo Paco y la madre de mi sobrina que estudia un
master en Boston se llama Pía.
Creo que siento amistad por la amiga de mi sobrina, su perro
Paco, su novia perrita Pía y la amiga de la amiga de mi sobrina.
Leo la prensa del 2 de abril y en ella un artículo de un
escritor columnista que destaca por su ingenio, sabiduría y otras muchas cosas
más y además de por un sinfín de tics nerviosos faciales y corporales que adornan
su personalidad desbordante.
Y me sobrecoge una angustia propia de épocas pasadas que
recorre toda mi piel y sobre todo mi intelecto.
La Diputación de Jaén otorga su Premio de Literatura a
Escritores Noveles a Javier Ochoa por su obra “Nunca te quise tanto como para
no matarte”.
A los tres meses de la concesión del galardón a Ochoa, la
Diputación Provincial de Jaén decide retirar el Premio, después de remitir la
obra a los Servicios Técnicos de Igualdad de la propia Diputación, y declararlo
desierto por “faltar al derecho a la igualdad por razones de sexo en varias
ocasiones”.
Y lo justifica la Diputada de Igualdad (¿la llamamos sólo
Dida y nos comemos las dos sílabas entre la primera y la última por razones
atentatorias a su moral personal?) manifestando que se ha tomado esa decisión
“por razones de responsabilidad y coherencia ya que una Administración Pública
no puede premiar una obra con tintes de contenido sexista”.
Dice el escritor y columnista de personalidad y cultura
desbordante porque así lo muestra en sus libros y escritos que tal vez se huele
una “acción censora”.
Me permito, con toda mi humildad, corregirlo: no se huele,
que es sinónimo de síntoma, se trata de una clara acción de censura, y sí, en
el siglo XXI y en un país que se jacta de ser una democracia.
Sigue el escritor diciendo que qué debe de opinar la Di….da
de las obras de Charles Bukowsky, de Sartre o de Henry Miller, y yo creo que
puedo contestarle que la Di….da los enviaría a ellos, los autores y a sus
libros, a una pila crematoria al estilo de las que ya gozamos en las épocas de
la Inquisición.
No conocemos todavía el contenido del libro, ya que todavía
no se ha publicado, pero desde estas líneas ruego encarecidamente a todos los
que me lean que compren el libro de Javier Ochoa, y que ruegen tras su lectura
por el alma retorcida y escocida de las personas que secundan ideas como las de
la Diputación Provincial de Jaén.
Me despido retomando de nuevo las palabras finales del
escritor y columnista, cuando dice “Hay que joderse”, y añado que el
significado de la expresión es darse a uno mismo placer sexual, y que eso tiene
un verbo que lo dice de forma más directa y clara, pero que no voy a utilizar
aquí no sea que el censor actúe ahora por la utilización de expresiones que
puedan parecerle soeces (a pesar de que sea práctica habitual desde la
adolescencia y hasta la vejez, y en ambos sexos).
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