Caminaba la tarde de ayer por la barcelonesa barriada de Gracia y decidí detenerme en un quiosco para comprar el diario “El País”.
El hombre que me atendió, de acento y rasgos sudamericanos,
ante mi solicitud y para mi sorpresa me contestó elevando un tanto el tono de
la voz y aplicando su particular énfasis a la última palabra:
- “No, hombre, no se lleve usted el país, que está hecho un…
de-sas-tre”.
Tarde unos breves instantes en comprender su sarcasmo,
momento en el que pude observar como un conocido e influyente político de la
ciudad pasaba por delante y giraba la cabeza ante la escucha del comentario del
dependiente del quiosco.
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