Ayer murió la primera española que se acercó a Hollywood, el
templo del becerro de oro moderno, también se fue la inglesa neoliberal que cambió un
cacho del mundo para hacerlo más propiedad de los ricos, y hoy a muerto el
hombre que nos enseñó a decir NO.
Hoy hemos conocido que murió José Luis Sampedro, uno de los
indignados, un hombre que despìstó a todos porque nació en Barcelona, creció en
Tánger, maduró en Santander y echó raíces en la Real Academia de las Letras y
en los libros y en la sabiduría.
Loaremos a sara sarita sara, un país venerará al 50% a la dama
de hierro y nosotros ni nos acordaremos del economista y el literato que nos
enseñó a luchar con honor y gallardía y máxima educación con el poder
establecido, porque reverenciamos a los viles que nos arrasan con lo superfluo
y a los soberbios que creen que la
fortuna reside en lo notorio y no en la reflexión y el sobrecogimiento, y
olvidamos a los pensadores y a aquellos que nos regalan una sonrisa etrusca.
Nadie se acordará de este prohombre de la cultura.
Todos hablarán del fallecimiento de la más que sara porque
la llamaban saritísima e incluso de la dama que llevó a Europa a ser la más
desconsiderada con los que trabajan con sus brazos el hierro ayudados por el
yunque y el carbón a cambio de sus pulmones y del final su vida, a engordar las cuentas suizas y vírgenes y caimanes de los banqueros y
los despiadados que sólo saben de egolatrías.
Escasos recordarán a Sampedro y todas sus enseñanzas y
mientras tanto, como hoy mismo me explicaba mi hermana del alma, nuestros hijos
se van de este país para hacer arquitectura en los Emiratos Árabes o en
cualquier otro lugar donde se valora más el saber que el fandango y el ruido
ensordecedor de la fanfarria.
Dos generaciones, mínimo, sufrirán lo que de este país han
hecho los medallas y los reconocidos con laureles, hombres y mujeres que nos
gobiernan y nos aprisionan.
Las nubes del cielo están encerradas en jaulas que son para
pájaros domésticos que desaprendieron a volar y a trinar en los paisajes de la
libertad, porque esos políticos han encerrado la creatividad de nuestros jóvenes,
esa chusma y esos ladronzuelos de tres al cuarto, y todos ellos por ese poderoso caballero que es
don don don dinero que rezó el poeta y cantó el trovador.
¡ Lástima de generaciones perdidas !
Sampedro ya no sufrirá estas vejaciones que nos han
infligido los cortos de mira, los lobos de las almas y los carentes de solidaridad.
Descansa en paz, viejo sabio.
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