Está a punto de empezar un mayo florido (Alfonso Grosso
escribió “Florido mayo”, libro glorioso) y al cabo de un tiempo decidió irse,
sin pedir permiso a nadie.
He encontrado su libro querido en mi biblioteca, y lo
primero que he pensado es que qué lástima por Grosso, o por mayo, o por todo lo
florido.
A mí también se me marchó sin pedirme ningún tipo de permiso
mi florida compañera.
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