sábado, 23 de noviembre de 2013

Cuento muy corto y que desearía que lo fuese mucho más, incluso que no fuese cuento.


Con todas las mujeres de mi vida, que son pocas, no se vaya usted a creer, me pasa lo mismo.
Me muero, me desvivo por obsequiarlas, y cuando con una ilusión que me desborda les entrego mi obsequio o no les gusta o no se manifiestan o ponen esa cara de no sé ni contesto y me devuelven una mirada como sin agua.
Entonces yo busco en sus ojos esos rincones que dicen cosas y no encuentro ni las cosas ni lo rincones, y se me enmarañan los sentimientos en el pecho y no es que me sienta despechado, que no, que no es eso, es sólo un algo desdichado.
Pero yo, con mi regalo, y a lo hecho, pecho.

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