sábado, 23 de noviembre de 2013

El Mago Pamplinas. (Un cuento de estructura literaria clásica. Con moraleja y todo incluida). Capítulo 4.

 
Finalizó el curso escolar de Fermín un día de junio antes de San Juan, y en ese último día de clase el Maestro entregó a cada alumno sus calificaciones escolares.
Fermín obtuvo en la asignatura de matemáticas la calificación de excelente, y en el resto de materias notas de sobresaliente y notables altos, por lo que tanto él mismo como sus padres se sintieron muy satisfechos.

Fermín ocupó los días siguientes a la finalización del curso académico con la preparación del viaje veraniego, con su familia, a las playas de la Costa Brava catalana, a Platja d’Aro, antiguo puerto de pescadores, Sant Feliu de Guíxols, con su magnífica bahía rodeada de pinos, encinas y alcornoques, Palamós, en el Bajo Ampurdán, con su puerto deportivo, L’Escala, pequeña población dedicada en cuerpo y alma a la pesca en los bancos de anchoas y a su conserva en salazón, famosa en todo el Mediterráneo por su excelente calidad y sabor, el golfo de Roses al sur del Cap de Creus con extraordinarias calas,… y una de esas noches, unos días antes del inicio del viaje, ya con la luz de su mesita de noche apagada y él en ese estado relajado que precede al sueño, volvió a aparecer en su habitación, tras una ráfaga de luz de polvo de estrellas, el Mago Pamplinas, que fue a sentarse de nuevo a los pies de su cama.

Y antes de que Fermín se recuperase de su sorpresa, el Mago Pamplinas se dirigió a él con su voz profunda pero al tiempo sedosa, cálida y calurosa:

- Buenas noches, Fermín. He sido informado de tus calificaciones escolares, y tras la lectura de las mismas he deducido que ahora ya gustas del estudio de las matemáticas. ¿Es realmente así, Fermín? – le dijo el Mago Pamplinas.

- Me gustan mucho las matemáticas, Mago Pamplinas, y también la aritmética y la geometría, porque muchas preguntas al Maestro le formulé después de tu visita de hace unas semanas, y sus respuestas sembraron la semilla de la curiosidad en mi corazón. Y me informé de cosas que me encandilaron como que Pitágoras formuló un teorema que lleva su nombre y que explica el sentido de los triángulos, y que también se interesó por la moral, por la vida recta y austera, y que él mismo y sus seguidores rechazaban la guerra – respondió entusiasmado Fermín.

- Es decir, Fermín, que entendiste mi mensaje y comprendiste que estudiar es el arte de aprender a aprender, y eso te ha llevado a interesarte por el conocimiento – concluyó el Mago Pamplinas.

- Así es, Mago Pamplinas – dijo Fermín – y el deseo de saber me plantea muchas preguntas, y de algunas de ellas por más que investigo no consigo dar con la respuesta acertada-.

- Dime qué pregunta no sabes solucionar, Fermín, y ahora que la primera lección bien la aprendiste y no cayó en saco roto, veré de qué forma puedo ayudarte – respondió el Mago Pamplinas.

Y esto le dijo Fermín:
- Como te decía antes, supe que Pitágoras y sus discípulos repudiaban las guerras y de eso hace muchos cientos de años y me parece que es un pensamiento sabio, pero sin embargo oigo en la televisión y en la radio, y en conversaciones de mis padres y sus amigos y también en la Escuela entre los profesores y en muchos otros lugares, que hay en el mundo muchas guerras y que las naciones se pelean entre ellas y se declaran la guerra. ¿Qué hay que hacer, Mago Pamplinas, para que eso no suceda?-.

Y el Mago Pamplinas así le contestó:
- Vamos a utilizar la misma enseñanza que te transmití para que con las matemáticas amistases. Pero habrá que dejar pasar todo un día para ello. Por eso, mañana a la misma hora nos veremos aquí en tu habitación-.

Y dicho esto un nuevo resplandor iluminó la habitación y el Mago Pamplinas se volatizó acompañado de un ligero zumbido que ya no llegó a oír Fermín porque el sueño le había vencido.

(continuará)

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