Al día siguiente, nada más despertarse, Fermín recordó con
absoluta nitidez la conversación de la noche anterior con el Mago Pamplinas, y
se dispuso, tras su aseo personal, a proseguir con ilusión desbocada con la
preparación del viaje a la Costa Brava.
Pero mientras conocía y memorizaba el nombra y la ubicación
de pequeños pueblos y descubría costumbres de sus aldeanos y se informaba sobre
sus Fiestas Mayores en los folletos de la Costa Brava que su padre había
llevado a casa desde la Agencia de Viajes que organizaba sus vacaciones, Fermín
se dio cuenta de que lo que de verdad deseaba era que el día transcurriese
deprisa, muy deprisa, para que llegase la hora de reunirse de nuevo con el Mago
Pamplinas en su habitación.
Y casi sin que Fermín se diese cuenta el sol empezó a
ocultarse y la noche volvió a visitar su domicilio.
En cuanto se echó en la cama y entró en ese estado de
somnolencia despierta que precede al sueño se iluminó de nuevo su habitación
con una intensa luz similar a la de los rayos en las noches de tormenta y
observó que a los pies de su cama se hallaba el Mago Pamplinas sentado.
Se dieron ambos las buenas noches, y el Mago con estas
palabras a Fermín se dirigió:
- Antes de que el sueño te domine, que fácil es adivinar que
no tardará mucho en suceder ya que cansado te veo, voy a hacerte una pregunta
sencilla que responderás y poca explicación necesitarás. ¿Has peleado o
discutido hoy con alguien y nos has hecho luego las paces, Fermín?-.
Y Fermín, que luchaba por que sus ojos permaneciesen
abiertos pues el sueño empezaba a invadirlo con suavidad de algodón, le dijo
que sí, que en varias ocasiones con su madre porque le exigía ordenar su
habitación y mesa de trabajo y él quería jugar y durante la cena también con su
padre porque le obligaba a no poner los codos sobre la mesa y eso le costaba y
no le parecía a él importante, pero que no era preciso hacer la paz con ellos
porque mucho lo querían y siempre sus riñas olvidaban.
El Mago Pamplinas asintió con una leve inclinación de su
cabeza al tiempo que en su rostro y en su ojos se leía que ya sabía de esas
disputas diarias, y esto le dijo a Fermín:
- Mañana, cuando despiertes, quiero que pienses en lo que
acabas de explicarme, y a la misma hora que ayer y que hoy aquí en tu
habitación de nuevo nos veremos-.
Fermín se quedó algo confundido y cuando iba a preguntar qué
en qué debía pensar y que si eso era todo lo que tenía que decirle, oyó un
sonido parecido al siseo del chupinazo cuando asciende al cielo y que da inicio
a los encierros de San Fermín, y un destello de luces de colores iluminó toda
su estancia, por lo que de inmediato supo que el Mago Pamplinas ya había
partido.
Y dulcemente se durmió.
(continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario