martes, 26 de noviembre de 2013

Exclusiva de nuestro corresponsal, que firma como “El Grito de la Lechuza”.


Ayer nos informaron de que al ex Presidente de la Diputación de Castellón le condenaron con cuatro años de cárcel o de privación de la libertad y con el pago de 1,3 millones de euros en concepto de multa por delito fiscal.

Hasta aquí nada especial. 
Salvo que seguimos con esta crónica del desamor a la que nos obligan toda la casta política del país.

La sorpresa de la Lechuza aparece cuando oye que ese señor (¿??) dice que está muy satisfecho con la decisión judicial porque no se le condena ni por soborno ni por corrupción, sino sólo por delito fiscal.
Al mismo tiempo conoce esta Lechuza que a su excelentísima esposa y señora (perdón, desde que ricos ambos, son ex pareja) también le cae cárcel y euros de multa.

La lechuza supone que ni el uno ni la otra ingresarán en prisión, porque de recurso en recurso se van los años cantando a otra parte y si no es el recurso pedirán el indulto al gobierno, y como que todos ellos son los mismos pues tiro porque me toca que ahora juego a la oca.

Bien, pues resulta que esta Lechuza tiene amigos y amigas que sufren (y mucho), y entre ellos la propia Lechuza se cuenta, que cuando les llegan uno de esos sobres de Hacienda con un cuadradote negro invadiendo más de la mitad de la superficie del mismo, y la primera reacción que les asalta es pensar que qué caray han hecho mal o qué han dejado de pagar para que el ratoncito llamado Ministro de Hacienda y sus chicos les reclamen.

Y sin embargo ese señor (¿??) de Castellón está contento con su multa y sus cuatro años en prisión, y considera que su honor está libre de toda duda y sospecha, porque no lo han condenado ni por soborno ni corrupción ni por cohecho ni por nada que suene tan como mal.

Este primer grito de la Lechuza es de angustia, es de llanto. 
Es más un lamento lastimoso y silencioso, casi angustioso, que un grito. 
Es recogido.
De corresponsal en la desesperación.
Es desgarrador en el silencio, es de impotencia, es el lamento de los sin voz que somos casi todos los que estamos en este desierto que es este país.

Esta lechuza se arranca las plumas a mordiscos, que no a picotazos.
La lechuza llora.

Mi grito que no lo es porque es lamento no llegará mucho más allá del árbol desde el que observo, pero no puedo ni quiero dejar de lamentar (¿o ahora es mejor decir GRITAR?) mientras me quede una pluma.

Firma: El Grito de la Lechuza.
26 de noviembre de 2013

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