Ayer nos informaron de que al ex Presidente de la Diputación de
Castellón le condenaron con cuatro años de cárcel o de privación de la libertad
y con el pago de 1,3 millones de euros en concepto de multa por delito fiscal.
Hasta aquí nada especial.
Salvo que seguimos con esta
crónica del desamor a la que nos obligan toda la casta política del país.
La sorpresa de la Lechuza aparece cuando oye que ese señor
(¿??) dice que está muy satisfecho con la decisión judicial porque no se le
condena ni por soborno ni por corrupción, sino sólo por delito fiscal.
Al mismo tiempo conoce esta Lechuza que a su excelentísima
esposa y señora (perdón, desde que ricos ambos, son ex pareja) también le cae
cárcel y euros de multa.
La lechuza supone que ni el uno ni la otra ingresarán en
prisión, porque de recurso en recurso se van los años cantando a otra parte y
si no es el recurso pedirán el indulto al gobierno, y como que todos ellos son
los mismos pues tiro porque me toca que ahora juego a la oca.
Bien, pues resulta que esta Lechuza tiene amigos y amigas
que sufren (y mucho), y entre ellos la propia Lechuza se cuenta, que cuando les
llegan uno de esos sobres de Hacienda con un cuadradote negro invadiendo más
de la mitad de la superficie del mismo, y la primera reacción que les asalta es
pensar que qué caray han hecho mal
o qué han dejado de pagar para que el ratoncito llamado Ministro de Hacienda y sus chicos
les reclamen.
Y sin embargo ese señor (¿??) de Castellón está contento con
su multa y sus cuatro años en prisión, y considera que su honor está libre de
toda duda y sospecha, porque no lo han condenado ni por soborno ni corrupción ni
por cohecho ni por nada que suene tan como mal.
Este primer grito de la Lechuza es de angustia, es de
llanto.
Es más un lamento lastimoso y silencioso, casi angustioso, que un
grito.
Es recogido.
De corresponsal en la desesperación.
Es desgarrador en el silencio, es de impotencia, es el
lamento de los sin voz que somos casi todos los que estamos en este desierto
que es este país.
Esta lechuza se arranca las plumas a mordiscos, que no a
picotazos.
La lechuza llora.
Mi grito que no lo es porque es lamento no llegará mucho más
allá del árbol desde el que observo, pero no puedo ni quiero dejar de lamentar
(¿o ahora es mejor decir GRITAR?) mientras me quede una pluma.
Firma: El Grito de la Lechuza.
26 de noviembre de 2013
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