jueves, 15 de mayo de 2014

Mantis Religiosa IV o lo que nunca se dijo de la Mantis Religiosa.

 
Al finalizar la cópula, la Mantis Religiosa hembra, con suma indolencia y engreída de soberbia y altanería, inició su festín canibalesco engullendo primero la nuca y la cabeza de la Mantis Religiosa macho, después el tórax y finalmente las extremidades.

Lo que nunca se dijo del banquete de la Mantis Religiosa hembra es que no devora las alas de la Mantis Religiosa macho porque jamás se las zampa.

El amor entre las Mantis Religiosas alcanza tan altos niveles de paroxismo que es habitual que durante el apareo la Mantis Religiosa Hembra degluta la cabeza de la Mantis Religiosa macho mientras se deja fecundar, y por ello no daña las partes reproductivas de su amador, pero jamás devorará las alas del amante para hacer bueno el refrán que reza que por amor perdió la cabeza.

Creí dar con la respuesta a este comportamiento cuando vi elevarse las alas translúcidas de la Mantis Religiosa macho devorada para llevar los besos de su amante a la Dimensión de los Besos Perdidos que esperan destino, cuando vi esas alas regresar con una estrella desde la Constelación de Pegasus para entregársela a la amada que la espera, cuando vi besos alados llover desde el País de las Nubes Blancas en las tardes primaverales para regocijo de los amantes, cuando contemplé como mujeres bellas se visten de las transparencias de las alas religiosas para el embeleso de los sentidos, cuando me apercibí de que el Señor Elefante del África Central siente las cosquillas de las alas de la Señora Mariposa de Madagascar que se las pidió prestadas a la Mantis Religiosa que se dio por amor y se las presta para que ame, cuando los pájaros que vienen y luego se van para volver realizan sus acrobacias de vuelo rasante para besar con sus alas los campos del estío de los enamorados, cuando las alas de la Mantis Religiosa aletean para formar el arco iris que los niños jalean con jolgorio y devuelven niñez a los adultos en los otoños rojizos y ocres y de sol poniente amarillos.

Pero realmente hallé la respuesta cuando escuché al niño que hay en mí y me dijo con su voz de suspiro cálido que la Mantis Religiosa hembra jamás se come las alas de su amante para que las alas vuelen, y es por esta extrema sencillez impropia del humano adulto que esto que sucede en los yantares del exacerbo del amor nunca se explica.

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