Al finalizar la cópula, la Mantis Religiosa hembra, con suma
indolencia y engreída de soberbia y altanería, inició su festín canibalesco
engullendo primero la nuca y la cabeza de la Mantis Religiosa macho, después el
tórax y finalmente las extremidades.
Lo que nunca se dijo del banquete de la Mantis Religiosa
hembra es que no devora las alas de la Mantis Religiosa macho porque jamás se
las zampa.
El amor entre las Mantis Religiosas alcanza tan altos
niveles de paroxismo que es habitual que durante el apareo la Mantis Religiosa
Hembra degluta la cabeza de la Mantis Religiosa macho mientras se deja
fecundar, y por ello no daña las partes reproductivas de su amador, pero jamás
devorará las alas del amante para hacer bueno el refrán que reza que por amor
perdió la cabeza.
Creí dar con la respuesta a este comportamiento cuando vi
elevarse las alas translúcidas de la Mantis Religiosa macho devorada para
llevar los besos de su amante a la Dimensión de los Besos Perdidos que esperan
destino, cuando vi esas alas regresar con una estrella desde la Constelación de
Pegasus para entregársela a la amada que la espera, cuando vi besos alados
llover desde el País de las Nubes Blancas en las tardes primaverales para
regocijo de los amantes, cuando contemplé como mujeres bellas se visten de las
transparencias de las alas religiosas para el embeleso de los sentidos, cuando
me apercibí de que el Señor Elefante del África Central siente las cosquillas
de las alas de la Señora Mariposa de Madagascar que se las pidió prestadas a la
Mantis Religiosa que se dio por amor y se las presta para que ame, cuando los
pájaros que vienen y luego se van para volver realizan sus acrobacias de vuelo
rasante para besar con sus alas los campos del estío de los enamorados, cuando
las alas de la Mantis Religiosa aletean para formar el arco iris que los niños
jalean con jolgorio y devuelven niñez a los adultos en los otoños rojizos y
ocres y de sol poniente amarillos.
Pero realmente hallé la respuesta cuando escuché al niño que
hay en mí y me dijo con su voz de suspiro cálido que la Mantis Religiosa hembra
jamás se come las alas de su amante para que las alas vuelen, y es por esta
extrema sencillez impropia del humano adulto que esto que sucede en los
yantares del exacerbo del amor nunca se explica.
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