(El nombre de este relato histórico voy a dejar que lo
escoja mi compañera Susan, fallecida en enero de 2099, aunque me temo que ya
tiene muy claro que el nombre que le gusta es el de "Una casa con alma").
La historia comienza con el otoño de 1992, año de los barceloneses JJ.OO. que
cambiaron para rehacer esta maravillosa ciudad recuperando su fachada
marítima, aunque fuese a costa de alguno de los entrañables chiringuitos y
casas de comida de la Barceloneta, y de perder casi por completo la bella y
romántica vista de los pescadores de pies de “espardenyes” y pantalón remangado
a media caña y con sus brazos brunos y fuertes, y sus barcas blancas y azules y
verdes y algunas con líneas de colores y casi todas nombres de mujer y mar
salada y sus artes de pesca esparcidas en derredor con el orden que sólo ellos
dominaban y conocían.
La Agencia americana de Publicidad en la que yo ejercía de
mandamás porque la fortuna y el éxito me sonrió en el año anterior con excelentes
resultados económicos, lo cual me valió la confianza del Consejero Delegado, un
tipo de los de Bilbao criado en Madrid y que la confusión del espíritu que cría
la raíz profunda y el desapego que se pega a la piel del capitalino y que por
eso centralista, que de Publicidad y Comunicación sabía tanto como yo del
negocio de una granja de pelícanos o de biología molecular aplicada al mejillón
salvaje de Borneo, tenía ante sí la posibilidad de gestionar la cuenta de la
denominada Z.A.L. (Zona de Actividades Logísticas) del Puerto de Barcelona, en
concurso con otras Agencias de máximo prestigio del ámbito barcelonés, y por
extensión catalán (también en pequeños territorios existe el centralismo, a su
manera, pero centralismo a fin de cuentas).
El proyecto era apasionante, ya que buscaban en esos inicios
de los años noventa posicionar el Puerto de Barcelona como el gran eje de la
distribución del sur de Europa, descongestionando a Rotterdam de sus
obligaciones logísticas para con toda Europa, y en dura competencia con los
Puertos de Marsella, Génova y también Valencia y Alicante.
Decidimos optar al concurso desde nuestra Agencia aún y a
sabiendas del total desconocimiento que del mundo portuario y de la logística
mostrábamos todos, conmigo al frente como principal ignorante y neófito en la
materia, ya que ninguno noticia alguna tenía en aquel otoño glorioso y
postolímpico de estibadores, armadores, constructores, consignatarios, buques,
fragatas, aduanas,… y otros términos tan propios y sectoriales como los citados
y que esfuerzo neuronal considerable me ha costado recordar casi veintidós años
después.
(continuará)
Joooo! Y el resto de la historia? y la casa? y el alma?
ResponderEliminarEstaba tan a gustito leyendo que me he quedado totalmente chafada cuando he visto que no había más...
Eres maaaaalo. Por qué nos haces esto?
Es el primer capítulo, Maribel.
ResponderEliminarLa historia seguirá.
No me resulta fácil hablar de mi casa de la montaña porque algún intento de venta he debido mover, pero salvo cambios de escenario que no espero ahora mismo pienso que la podré conservar.
Te mantendré informada, querida amiga!!!
Sí, está claro, pero es que a veces (muchas) me puede la impaciencia, no como a las golondrinas y a ti, y esta vez de verdad de verdad que quería más, mucho más...
ResponderEliminarA mí me puede la impaciencia muchas veces, la mayoría de mi tiempo, pero fíjate que a veces, y como todos los hombres, me quedo ensimismado con ciertas cosas, como el fuego de una "llar de foc". Entonces aparece y se asienta en mi espíritu una rara paciencia. Y ya no te digo con el mar, como buen mediterráneo. El romper de las olas encanta mis sentimientos y mi pensamiento, O como con la belleza de un rostro de mujer, que puedo contemplar horas y horas, y no tanto por su belleza sino por la sensibilidad que pueda transmitir su mirada.
ResponderEliminarPero mañana habrá más historia de "Una casa con alma", como mínimo el segundo capítulo.
Espero que sea de tu agrado.
Qué placer que me leas, zamorana!!!