jueves, 2 de abril de 2015

La anciana gitana y el tiempo.


Hace poco más de seis años me rompía los nudillos pegando puñetazos contra las paredes porque mi mujer había fallecido, y yo me sentía solo y desamparado.

Hoy llevo todo el día gimiendo porque una mujer a la que conocí hace poco más de dos años, ¿o será menos tiempo?, me ha dicho que me quiere mucho, pero no como una mujer quiere a un hombre, que ahora está desganada y que se le ha enfriado lo que sea y no sabe por qué. Que le gustaría seguir siendo mi amiga, pero como las de antes, o sea, sin contacto ni contagio sentimental.
Y yo, que soy un tibio, llevo todo el día llorando y empiezo a golpear de nuevo las paredes y las puertas, y mis nudillos ya se han enrojecido.
Y sé que debo parar, porque las cosas acostumbran a ser irreversibles, aunque yo no me lo creo y por eso me equivoco una y otra vez, y lo repito de nuevo hasta casi enloquecer.
Y mientras me desgañito a llantos pienso en qué regalo le gustaría, en qué joya le compro o le diseño, cuando ni se las pone porque no le gustan, en qué frase le diré mañana por la mañana, cuando ella vaya hacia su Instituto que no le gusta en exceso, para que tenga un día feliz, mientras yo seguiré matándome a pensamientos del por qué de mi desgracia, del por qué de mi incapacidad para enamorar a una hembra que merezca la pena.

Llevo tres días drogándome con somníferos porque es la única forma en la que no lloro porque me duermo y además el tiempo así pasa más deprisa y como que cuando pasa el tiempo todo se olvida  porque no hay consciencia pienso que igual me ayuda.
Pero ahora me duele el estómago un montón, y entonces consumo la mierda esa del omeprazol y luego me encuentro mal y estoy mareado y tengo nauseas, y mientras me dan arcadas arranco a llorar otra vez y parezco imbécil y pienso que si ella me viese sería mucho peor porque se daría cuenta de mi necedad y de mi fragilidad y entonces habría ya perdido toda oportunidad, oportunidad que por otra parte no se si existe pero que yo me aferro a ella pensado que sí existirá, que tal vez sea posible, y puede que no lo sea, porque ella es de tierras firmes y no conoce que el mar a veces se calma y otras es como una bestia bravía, pero yo sí lo conozco porque soy mediterráneo y así me va.
Así me va de mal, de mal en peor, quiero decir.

Se me ha instalado en el cuerpo una tristeza descomunal. Y eso es malo, hasta para mi espalda. Me cuesta caminar, levantarme, me cuesta desplazarme. Me cuesta sonreír y decir palabras bonitas a los que las esperan de mí. A los que las esperan porque es costumbre. Porque siempre se las he dicho. Gente desconocida. Dependientes, camareros, charcuteros. Porque así me ven. Siempre dicharachero y contento, simulando alegrías que existen y a veces no. Porque desconocen que lloro casi todos los días, y sobre todo desde que las mujeres de mi vida me abandonan. Ahora estoy anquilosado, aletargado, apelmazado. Estoy como un alma en pena.
Pienso que debo empezar a vigilar el jardín antes de que las malas hierbas lo dominen de nuevo. Que hay que preparar el huerto, cortar el césped, preparar los comedores para los pájaros del cielo, iniciar mi proceso de rehabilitación de la espalda, pintar el pequeño mural que quiero en el comedor de mi casa, mural que es de elefantes y mariposas y ranitas de las que yo quiero porque son princesas del Duero, barnizar ventanas y puertas que están expuestas a nieves y lluvias ceretanas y que deben conservarse, y me canso sólo de pensar en ello, y ello no es de mi condición, por lo que sospecho que algo malo me pasa pero hasta pensarlo me cansa y lo dejo y así estoy, que no me veo.

Ayer fui a lavar la ropa a una lavandería industrial, vamos, de las que tú te lo haces todo, porque no hay dependientes, sólo máquinas que tú alimentas con tus ropas sucias.
Descubrí, la primera vez que fui hace escasa fechas, que el rodar del bombo con la ropa dentro me hipnotizaba, y por ello fui incapaz de abrir el libro que conmigo transportaba.
Hechizado por las vueltas y vueltas y más vueltas de cuatro lavadoras que actuaban de forma rítmica y conjunta mi cerebro empezó también a dar vueltas al estilo de los pensamientos mentales desmantelados, desmantelados porque son desordenados y en muchas ocasiones inacabados, y auque no recuerdo todos mis pensamientos porque mi hechizo lo fue en dos etapas, la del lavado primero y después de la del secado y eso requiere de un intervalo y su consiguiente concentración, en total cuarenta y cuatro minutos, y además de eso mis ensoñaciones fueron interrumpidas al entrar en la lavandería durante la fase del lavado una mujer anciana de raza gitana, sí puedo transcribir aquellos que más marearon con sus vueltas mi mente:

¿Se me olvido cómo besar a una mujer? ¿Desaprendí cómo amar una mujer bella?
¿Soy un animal de una sola mujer? ¿Por qué se me quebró esta ilusión en un plazo de tiempo tan breve? ¿Por qué este amor ha sido tan próximo al óxido? ¿No lo he sabido lustrar, alimentar, mantener, ilusionar, regenerar? ¿Por qué mis alegrías son efímeras? ¿Por qué hasta las mayores alegrías dejan un poso de tristeza? ¿Será verdad que en toda experiencia siempre hay un sentimiento de carencia?

Nunca pensé que sería fácil, pero tampoco tan frágil.

En un momento en el que me desconcentré del rodar del bombo abrí el periódico en una página al azar, y fui a dar con la noticia que explicaba la inauguración del Monumento a la Ilusiones Perdidas creado por Toni Batllori. La cabeza se me fue a Balzac y del francés a mis ojos que se nublaban con esa calidez pegajosa que tanto acongoja el espíritu.

Me limpié los ojos frotando con los dorsos de mis manos, y entonces observé que sólo faltaban cinco minutos para que mi lavadora finalizase su función y que la que estaba al lado tenía dos minutos de retraso respecto de la mía. Eso era bueno, porque no se me adelantarían con la secadora.
Al cabo de unos breves minutos miré de nuevo el reloj de mi lavadora y resultó que seguía marcando los mismos cinco minutos de antes y, sin embargo, la de al lado ya me había adelantado porque indicaba que sólo le restaban dos minutos para acabar.

Dirigí mi mirada hacia los ojos de la gitana, le comenté lo que observaba en mi lavadora y, para mi sorpresa, eso me dijo la anciana:
- “Parece que se estropeó la lavadora, como estropeadillo está usted”
Ante mi cara de sorpresa y de cierta confusión, la anciana gitana, con una expresión pícara prosiguió:
- “Le he visto llevarse las manos a la espada en varias ocasiones y su cara refleja dolor físico”.
- “Sí”, respondí. “Me fracturé unas vértebras pero ya casi estoy restablecido”.


Y la anciana gitana me soltó a bocajarro:
- “Pero es que además también parece enfermo del corazón, porque su rostro refleja dolor del alma”.
Sorprendido, le contesté que sí, que algo tocado estaba porque una mujer que adoro me había dicho hacía un par de días que su enamoramiento se lo había llevado no sabía quién, tal vez las constantes lluvias del norte, pero que ya no era amor intenso.

Y la anciana gitana, con una serenidad imperturbable, me respondió:
- “Deje usted pasar el tiempo, que eso lo arregla todo y siempre para bien”.

Le di las gracias, y de inmediato comprobé cómo mi lavadora marcaba ya que sólo restaban cuatro minutos para finalizar el lavado, y al mirar a la gitana ella sonrió y murmuró muy bajito “El tiempo…”

Mientras ella doblaba su ropa ya lavada me senté a su lado con toda la rapidez que pude y le pregunté como un poseso:
- “Señora, ¿el tiempo también me devolverá a mi princesa enamorada de mi amor de nuevo?”

La gitana dejó reposar con languidez la palma de su mano ajada y nervuda y extremadamente limpia en mi pierna, que se agitaba inquieta, y con una infinita sonrisa de sabiduría respondió:
- “El tiempo lo arregla todo, muchacho, y si usted ama, será amado, pero todo en su momento adecuado”.

La besé en su mejilla surcada de profundas y bellas arrugas y tranquilamente se fue tras acabar de recoger su ropa blanca y limpia como las palmas de sus manos.

Se tranquilizó mi espíritu, esperé relajado el final del secado de mi ropa, y pensé con todas mis fuerzas que si es preciso acudiré cada día a la lavandería para ver si la gitana me dice que se cumplió el tiempo y como ella ya sabía, acertó con su profecía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario