domingo, 19 de abril de 2015

La trucha.


Esta mañana he ido a pasear al río.

No pensaba nada. Sólo quería caminar y eso es lo que dominaba mis pensamientos.
Me he detenido para ver bajar el agua abundante del deshielo que ya ha comenzado y eso embravece el río y el río se pone salvaje y bonito bonito de verdad.

Me tendí junto al río para contemplar nubes y cielos y de pronto una trucha ha saltado de las aguas y se ha tendido junto a mí en el verde césped que crece junto al río.
La he mirado y me ha parecido que su boqueo era triste, y se lo he preguntado.
Me ha respondido que sí, que estaba triste porque las aguas dulces no son tan abiertas como las saladas y que ella quisiera conocer el mar y esa incapacidad suya para poder nadar por el mar la hace mal vivir.

Yo me he puesto dulce como el agua del río y sabio y filosófico y le comenté que lo que tenía que hacer era remontar el río resbalando sobre los helechos de las rocas y saltando con alegría y ganas de vivir sin tristeza porque encontraría un trucho y sería feliz y formaría familia y tendrían truchitos y truchitas y sería muy feliz y que se dejase de aguas saladas y que fuese feliz feliz  en su natural condición.

La trucha pareció sentirse satisfecha con mis reflexiones y de un salto se lanzó al agua del río con una sonrisa en su boquear y un aplauso en sus agallas y me lanzó un guiño agradecido con un parpadeo de sus manchitas rojas como semáforos de los costados, mientras yo mascullaba un vete a la mierda estúpida trucha, trucha insatisfecha y tonta, que yo tengo mis problemas y no se ni por qué me ha dado por sugerirte lo que tienes que hacer con los tuyos cuando yo no se ni qué hacer con los míos.
E inmediatamente pensé, en mi ataque de ira y rabia incontrolada, a lo peor mientras remontas el río te pesca un dominguero y se te come bien asadita con sus amigos pescadores de otras compañeras tuyas, trucha imbécil e inconformista.

Me volví a casa porque empezaba a llover, porque la trucha me había roto el encanto del río y, además, porque parece que yo y mis pensamientos empezaban a estar mas idiotas de lo habitual.

Cuando llegué a casa me di cuenta de que mi piel estaba llena de escamas de plata y que boqueaba porque me faltaba el aire.

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