Esta mañana he ido a pasear al río.
No pensaba nada. Sólo quería caminar y eso es lo que
dominaba mis pensamientos.
Me he detenido para ver bajar el agua abundante del deshielo
que ya ha comenzado y eso embravece el río y el río se pone salvaje y bonito
bonito de verdad.
Me tendí junto al río para contemplar nubes y cielos y de
pronto una trucha ha saltado de las aguas y se ha tendido junto a mí en el
verde césped que crece junto al río.
La he mirado y me ha parecido que su boqueo era triste, y se
lo he preguntado.
Me ha respondido que sí, que estaba triste porque las aguas
dulces no son tan abiertas como las saladas y que ella quisiera conocer el mar
y esa incapacidad suya para poder nadar por el mar la hace mal vivir.
Yo me he puesto dulce como el agua del río y sabio y filosófico
y le comenté que lo que tenía que hacer era remontar el río resbalando sobre
los helechos de las rocas y saltando con alegría y ganas de vivir sin tristeza
porque encontraría un trucho y sería feliz y formaría familia y tendrían
truchitos y truchitas y sería muy feliz y que se dejase de aguas saladas y que
fuese feliz feliz en su natural
condición.
La trucha pareció sentirse satisfecha con mis reflexiones y
de un salto se lanzó al agua del río con una sonrisa en su boquear y un aplauso
en sus agallas y me lanzó un guiño agradecido con un parpadeo de sus manchitas
rojas como semáforos de los costados, mientras yo mascullaba un vete a la
mierda estúpida trucha, trucha insatisfecha y tonta, que yo tengo mis problemas
y no se ni por qué me ha dado por sugerirte lo que tienes que hacer con los
tuyos cuando yo no se ni qué hacer con los míos.
E inmediatamente pensé, en mi ataque de ira y rabia
incontrolada, a lo peor mientras remontas el río te pesca un dominguero y se te
come bien asadita con sus amigos pescadores de otras compañeras tuyas, trucha
imbécil e inconformista.
Me volví a casa porque empezaba a llover, porque la trucha
me había roto el encanto del río y, además, porque parece que yo y mis
pensamientos empezaban a estar mas idiotas de lo habitual.
Cuando llegué a casa me di cuenta de que mi piel estaba
llena de escamas de plata y que boqueaba porque me faltaba el aire.
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