Leo cosas a vuela pluma sobre el riego inteligente en el
periódico justo en el momento en el que inicia su sinfonía la lluvia.
Coincidencia.
Estoy en mi terraza indiscreta.
Me pongo a recaudo.
Y leo, atónito, que Barcelona tiene en sus paseos, avenidas,
parques y jardines un total de 310.545 árboles.
Imagino rápidamente que la mayoría serán plátanos bordes y
palmeras, palmeras que me desagradan porque no las considero de aquí, si no de
más abajo, y me molesta un algo ese no cuidar lo autóctono.
Y descubro que mi desconocimiento es brutal y total.
Sólo hay en Barcelona 11.099 palmeras, o sea, un 3,7% del
total del arbolado.
Pienso, empequeñecido en mi silla, que no soy nadie.
Remonto mi propia consideración cuando unas líneas después
leo que los plataneros son los reyes urbanos, y me deprimo de forma brutal
cuando me explica la letra impresa que después vienen ya los almeces, las
sóforas y las acacias.
¿Pero que será un almez o una sófora, suponiendo que el
primero sea del género masculino y el segundo del femenino?
Recurro, casi escondido, al móvil, a Internet:
Almez: 12/14 metros de altura, corteza lisa y parda, copa
ancha, a su fruto se le llama almeza y es comestible.
Sófora: tronco recto y grueso, copa ancha, ramas retorcidas,
flor pequeña y amarilla (ayyy!!!
MarMar), y es especie oriental que adorna jardines y paseos de Europa.
De la acacia prefiero no dar referencias, porque aún
sonándome leo lo que dice la Wikipedia y me doy perfecta cuenta de soy un
inculto de tomo y lomo.
Me pido una cerveza doble muy fría para que se me baje el
sonrojo y nadie venga a mi mesa con alguna pregunta incómoda
Suerte que desde mi ventana de mi casa ceretana veo un
ciruelo, un manzano, un par de perales y algunos cerezos, por cierto, ahora
mismo en divina flor.
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