jueves, 30 de abril de 2015

Una croqueta.

 
Hoy me han caído en mis manos unos cuantos recuerdos que flotaban independientes  en mi cabeza, y al recogerlos los he amasado y los he metido en el microondas.

Ha salido una croqueta redondeta. Bonita ella, la croqueta.

Me la he comido, y la verdad es que estaba bastante buena, por lo que he pensado que los recuerdos de mi vida debían de ser buenos, apetitosos, de buen gusto.
He adornado la croqueta de los recuerdos con un buen vino, que dicen que ayuda a olvidarlos, y además porque he pensado que era una combinación ideal.
Recuerdo y olvido en maridaje.

Pero me ha nacido así como de pronto una duda: si mis recuerdos los he cocinado y después me los he comido, y dicen que los recuerdos nunca se olvidan, ¿ahora tengo mis recuerdos dos veces en mi barriga, que parece es el epicentro de la vida, o se me olvidarán para siempre porque los he deglutido?

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