Me cruzaba mensajes electrónicos de Felices Pascuas con mi
hermana menor cuando apareció el relámpago.
Me decía ella que sentía nostalgia de la fiesta familiar del
día de Pascua, ya desaparecida porque desaparecieron los que la organizaban y
nos reunión y unían.
Me decía mi hermana que la carencia de esta Fiesta le rompe
el corazón.
Yo le contesté que yo ya lo tengo roto, que se me rompe a
cachitos, y siempre uno de ellos se pierde en ocasiones en que desaparecen
aquellos a los que amo, pero que queda suficiente corazón para vivir porque yo
creo en el amor y creo que el amor lo puede todo.
Ella me responde diciendo que bueno, que sí, que ella ya
sabe que yo creo en el amor, pero qué dónde está, porque si está estará muy
escondido.
Una curva cerebral me dice que en los últimos días es la
segunda persona que dialoga conmigo sobre mi creencia de que el amor lo puede
todo, y de sus propias incapacidades para mantener con firmeza esta creencia.
¿Tan mal está el mundo, nuestro mundo, que hasta tenemos que
preguntarnos dónde está el amor, e incluso dudar de que realmente exista?
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