Me dijo una noche, tal vez algunas veces más y yo no me
enteraba, que sufría porque iba un paso por detrás de mí.
Y en realidad era yo el que sufría, porque no era uno, si no
mil pasos los que yo le llevaba de delantera.
Y cada segundo que pasaba se retrasaba más y más.
Cuando llegué a una meta a la que no quería llegar nunca
porque corría una carrera que jamás pensé en correr, ya no se la divisaba
detrás de mí, porque debía de estar muchos pasos por detrás, pero después
alguien me dijo que había abandonado la carrera.
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