domingo, 12 de abril de 2015

Sin Título (Prosa Poética cromática inacabada).


Leyó mi prosa poética cromática
y una casualidad que escribí la trajo hasta mí.
Primero desde la distancia,
después con la presencia.

La conocí una noche de fogones de cenas de humos de guisados,
ruido de cacerolas y sartenes y exigencias de cocineros,
mientras nosotros empezábamos los rituales de las aproximaciones.

Y el preámbulo fue el calor de las conversaciones
antes del sofoco de roces blancos y de besos rojos en la negra noche
del piso de mi pueblo que no lo es porque es un barrio,
pero que a mí me gusta porque huele como un pueblo.

Descubrí una piel de porcelana castellana
y unos ojos tristes de intensa mirada
y mientras ella me decía que eran estigma de familia,
descubrí unos dientes de nata y espuma
que amistaban con una sonrisa de fresa y azúcar.

Le pedí disculpas por mis amatorias distraídas
y dulce como la fruta madura susurró
que mis miradas furtivas de súplica a una fotografía
ella las amaba y entendía y que a mí alma comprendía.

Le pedí con mi alma acrobática que me deleitaba
en constantes  saltos de alegría
durante muchas y largas semanas no vivida,
que de mí no se enamorase y sí se hartase,
porque yo creía que mis alas para amar a una hembra
se habían quebrado con la muerte de mi compañera.

La casa entera respiraba el perfume de la rosa mosqueta,
la flor de nuestros juegos de flores amarillas
que yo en la adivinanza no acertaba ni descubría
y que a ella la risa blanca y divertida le traía.

Fue un amanecer de perfumes de risas compartidas,
de embriaguez de olores de cuerpos ovillados,
de sentimientos saciados y de percepciones palpadas
en permanentes carnes de contacto tumefactas,
de almas adormecidas y relajadas en albas ansiadas,
porque los dos nos habíamos sentido amados
y el ser de uno había transitado por las ásperas soledades
de los amores abandonados,
y el del otro por momentos había logrado el olvido
de la desalmada muerte de la mujer amada.


La ribereña volvió a sus tierras de lluvias y soledades
y yo permanecí en el barrio de todas mis edades
suspirando recuerdos de aromas íntimos y verdades,
mientras descubría que el amor de nuevo me había invadido
y alcanzaba las profundidades que habitaba la carcoma
y la podredumbre del dolor candente de la brasa asfixiada.

… … … … … … … … … … … … … … … … … … … …

Pero ya no puedo proseguir en esta búsqueda de las palabras
que destila mi alma ahora congelada,
porque a la boca de mi estómago regresa la angustia y la ansiedad
y ellas me obligan a una respiración profunda y pausada,
y retornan a mis ojos lágrimas secas y duras como el mineral
y me lastiman el iris y la córnea
y los párpados y las mejillas
y los labios y la lengua que las recoge,
y algunas alcanzan el cuello y el pecho en su deslizarse de araña
al superar la barrera de dedos y manos y puños y antebrazos
que quieren frenar el aguacero de mi ser animal.

¡ Tal vez sea el momento en que los silencios
dicen más que miles de palabras !

Y aparecen como puñales de cuchilla hiriente
viajes presumidos y no viajados,
viajes a las tierras de olivos de aceite picual y de aceite verde,
y a las segovianas tierras de pinturas de la colección de la que partió,
collarines de oro rechazados y de plata diseñados y aceptados,
perlas negras sobre tierras fértiles de cenizas de alas de ángel quebradas,
cartas decoradas con mensajes para arrancar sonrisas y los buenos días,
restaurantes para tomar asiento cara frente a cara y observarnos
con risas espontáneas y gozar de nuestras propias vanidades,
rutas gastronómicas de frivolidades de amores de amantes,
caminatas por la nieve de las montañas que me cobijan en mi destierro escogido,
juegos de magia de camisetas pintadas para el hijo amado,
flores por sus cumpleaños y flores cada día,
buenos días y buenas noches para mitigar la distancia,
te quieros silenciosos cantados con el ardor y la fuerza del ausente,
preguntas de ¿me quieres? y respuestas de ¿lo dudas?,
tactos de porcelana y contactos de cosquillas prohibidas,…
todo, todo, todo,
preludio del florecer del dolor de esta primavera de triste inicio.

Pero mi alma desea
y yo se lo impongo por la fuerza
que me da el carácter y la sensibilidad,
que en este nacimiento de la vida
sólo perviva
todo lo bueno que ya nació en su día,
y a pesar de que su destino era un fusilamiento por enfriamiento
y por la evolución de los sentimientos,
por desidias del gozo,
por incomprensiones del otro,
por escasez del deseo de felicidad,
por incapacidad para la lucha,
y porque la sustancia es
pero también se hace
como se hacen en toneles de roble los vinos añejos,
que sólo eso perviva,
sólo eso pido,
todo lo divino que nos entregamos
y que nuestros cuerpos y almas
lo conserven como fuente del agua viva.

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