domingo, 12 de julio de 2015

Relámpago mental desmantelado XXX y/o la brevedad.

 
Me ha costado hasta pedir una cerveza.
Hace tanto calor que cuesta hasta esforzarse en hablar, aunque sola sea para que la preciosa camarera te sirva una caña.
Pero lo he logrado, y después de un trago largo y prolongado con el que he finalizado la primera caña, la displicente camarera me ha traído otra sin necesidad de forzarme a pedirla. Me gusta la chica. Lista.

Y ha sido en ese preciso instante cuando he recordado que dicen que Augusto Monterroso, el hondureño nacionalizado guatemalteco pero de vocación universal, escribió el cuento más breve del mundo, “El Dinosaurio”.
El cuento dice así. “Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí”.

No se sabe muy bien, o por lo menos yo no lo se, quién o qué se despertó, pero sí se que lo que fuese mejor se había quedado dormido, porque al despertarse debió de observar en fragmentos de segundo, en breves secuencias de visión, el desastre que hemos organizado los humanos sobre la tierra que habitó el dinosaurio.
Monterroso, que de por sí era silencioso, cadencioso y caviloso, nunca debió despertar a lo que fuese, porque el panorama es penoso, y si el dinosaurio que estaba allí significaba que la paz reinaba en la tierra y todo era felicidad y armonía.
O eso pienso yo ahora mismo, entre birra y birra, y sudor y más sudor canicular.

Mi mente, con muchas dificultades, recuerda ahora que el mexicano Luis Felipe Lomelí también escribió un cuento muy breve, tan parco en palabras como profundo de pensamiento, que tituló “El Emigrante”.
Así dice:
-       “¿Olvida usted algo?
-       ¡Ojalá!”

En su día yo hice una camiseta con el escrito Ojalá!!! en la pechera.
No pensaba en Lomelí, sólo en que ojalá suceda algo, lo que sea, pero Ojalá!!!
Lo sigo pensando. Además de gustarme la expresión de raíz etimológica evidentemente árabe, permite que cada cual decida qué es lo que quiere con su Ojalá!!! Porque todods los que ven mi camiseta lo pronuncian, y wso me satisface.
Fue mi pequeña aportación a la imaginación, al deseo, al sueño, a la libertad de pensamiento.
Todavía me la pongo algunos días, días menos calurosos, porque la camiseta es de color negro con el Ojalá!!! calado en blanco, y ya sabemos que el negro absorbe la calor.

Y, recuerdo, todavía hay un cuento más breve que los de Monterroso y Lomelí, y tan profundo como ambos, porque la brevedad precisa de decir cosas muy hondas con pocas palabras.
Lo escribió el español Juan Pedro Aparicio, se titula “Luis XIV”, y el cuento dice simplemente “Yo”.

Me cuesta tanto hacer trabajar la mente por este agobiante calor que creo que voy a escribir el cuento, ahora sí, más breve del mundo, y dice:
“.”

Me ha costado hasta pedir una cerveza.
Hace tanto calor que cuesta hasta esforzarse en hablar, aunque sola sea para que la preciosa camarera te sirva una caña.
Pero lo he logrado, y después de un trago largo y prolongado con el que he finalizado la primera caña, la displicente camarera me ha traído otra sin necesidad de forzarme a pedirla. Me gusta la chica. Lista.

Y ha sido en ese preciso instante cuando he recordado que dicen que Augusto Monterroso, el hondureño nacionalizado guatemalteco pero de vocación universal, escribió el cuento más breve del mundo, “El Dinosaurio”.
El cuento dice así. “Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí”.

No se sabe muy bien, o por lo menos yo no lo se, quién o qué se despertó, pero sí se que lo que fuese mejor se había quedado dormido, porque al despertarse debió de observar en fragmentos de segundo, en breves secuencias de visión, el desastre que hemos organizado los humanos sobre la tierra que habitó el dinosaurio.
Monterroso, que de por sí era silencioso, cadencioso y caviloso, nunca debió despertar a lo que fuese, porque el panorama es penoso, y si el dinosaurio que estaba allí significaba que la paz reinaba en la tierra y todo era felicidad y armonía.
O eso pienso yo ahora mismo, entre birra y birra, y sudor y más sudor canicular.

Mi mente, con muchas dificultades, recuerda ahora que el mexicano Luis Felipe Lomelí también escribió un cuento muy breve, tan parco en palabras como profundo de pensamiento, que tituló “El Emigrante”.
Así dice:
-       “¿Olvida usted algo?
-       ¡Ojalá!”

En su día yo hice una camiseta con el escrito Ojalá!!! en la pechera.
No pensaba en Lomelí, sólo en que ojalá suceda algo, lo que sea, pero Ojalá!!!
Lo sigo pensando. Además de gustarme la expresión de raíz etimológica evidentemente árabe, permite que cada cual decida qué es lo que quiere con su Ojalá!!! Porque todods los que ven mi camiseta lo pronuncian, y wso me satisface.
Fue mi pequeña aportación a la imaginación, al deseo, al sueño, a la libertad de pensamiento.
Todavía me la pongo algunos días, días menos calurosos, porque la camiseta es de color negro con el Ojalá!!! calado en blanco, y ya sabemos que el negro absorbe la calor.

Y, recuerdo, todavía hay un cuento más breve que los de Monterroso y Lomelí, y tan profundo como ambos, porque la brevedad precisa de decir cosas muy hondas con pocas palabras.
Lo escribió el español Juan Pedro Aparicio, se titula “Luis XIV”, y el cuento dice simplemente “Yo”.

Me cuesta tanto hacer trabajar la mente por este agobiante calor que creo que voy a escribir el cuento, ahora sí, más breve del mundo, y dice:
“.”

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