Hoy el relámpago
mental desmantelado me ha surgido incluso antes de tomar asiento en alguno de
mis miradores preferidos y pedir a la linda camarera que me sirva una cerveza
fresquita.
Leo por segundo o
tercer día consecutivo como los medios escritos se dedican a lanzar
improperios y todo tipo de reflexiones morales y otras consideraciones a ese
cazador americano que parece ser mató con una flecha y remató con disparos al
león símbolo de Zimbabue, conocido por el nombre de Cecil, y que para mayor
dolor dicen tardó dos días en morir.
Realmente es un hecho
injustificable, despreciable, y podría añadir otros muchos adjetivos que
definirían este acto horrendo, carente de cualquier sensibilidad, carente de
alma y de amor por la naturaleza que hasta nos regala nuestras propias vidas,
pero para eso ya están los mass-media.
Y es entonces, cuando
como una chispa aparece el relámpago desmadejado, el pensamiento que
convulsiona mi cerebro: no hace muchas fechas, el anterior Rey de España y Jefe
del Estado de esta nación avanzada y democrática, apareció también por África,
acompañado de una de sus amantes, que no la Reina de los españoles, con un
rifle y un elefante muerto a sus pies, y cerraba la foto un sujeto desconocido
que según rezaban los pies de foto era el profesional de la caza mayor que
debió enseñar al Monarca como matar más y mejor.
El elefante no se
llamaba Cecil, creo incluso que por no tener ni nombre tenía, y el cazador no
era el americano desalmado si no el Rey de una sociedad avanzada como la
nuestra.
Ahí dejo mi
comentario.
Que cada uno lo
interprete como mejor le parezca.
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